sábado, 26 de abril de 2014

El cine internado 
 

Hace unos días el diario El País publicaba un artículo firmado por Brenda Otero, denominado El colegio de las esposas del poder, en él se hablaba del apego que tienen los británicos por el colegio al que asistieron, y que si éste era uno de sus exclusivos public schools ,( que sólo tienen de públicos el nombre), suponía  además de un espaldarazo para el futuro, la forma de iniciar o atajar una conversación con total éxito para el comunicador de tal acontecimiento de su pasado. Elton, es por excelencia, el colegio de los hombres del poder conservador en Inglaterra. Pero a Brenda Otero lo que le interesaba era poner de manifiesto es que si una chica británica quiere estar subida en la cúspide del poder, pero agarrada del brazo de un político conservador inglés e incluso ser la esposa del inventor de Google,  tendrá que desembolsar 36.000 euros al año y por supuesto estar matriculada en Malborough.  Esta institución fue fundada a mediados del siglo XIX, conserva en el uniforme la marca victoriana del largo de las faldas de las alumnas y el color que la reina Victoria llevo durante los años de luto de su amado Alberto, el negro. También cuenta el artículo, que dicen que la cándida Kate Middleton tenía un póster en su cuarto del hijo de Lady Di, teniendo claro hacia donde iba la pelota de su tiro de Jockey.






Todo esto me hizo recordar que el cine también se ha querido asomar a las aulas de esas elitistas escuelas. Si analizamos algunas de esas películas, el argumento ha sido prácticamente el mismo: institución rancia, de arquitectura noble, donde la disciplina y las metodologías más amodorradas conseguían formar a las élites del futuro, sin embargo llegaba el profesor que no sabe cómo terminó allí,  que desde el principio despierta el desconcierto de las  autoridades académicas y  del propio alumnado, debido a sus dudosos métodos de trabajo. Otro punto en común en algunas de estas películas es que los profesores reciben unas despedidas apoteósicas, porque claro, esos docentes están bien para aguantar el cuerpo argumental del filme, pero no se les renovará para el siguiente curso.

La sonrisa de Mona Lisa, supuso la vuelta a las pantallas de Julia Robert en 2003.En ella Katherine Watson, llega  al campus de la prestigiosa y estricta Universidad de Wellesley en el otoño de 1953, para enseñar Historia del Arte. En plena postguerra, Watson espera que sus estudiantes, las mejores y las más brillantes del país, aprovechen las oportunidades que se les presentan para emanciparse. Sin embargo, el peso de la tradición y la sociedad americana, ve a la mujer, como una esposa que debe esperar a su marido preparando pasteles de arándanos. Al final, la profesora innovadora abandona el colegio entre la admiración de sus alumnas y el beneplácito de las autoridades académicas.
El profesor Keating también tuvo que abandonar la Welton Academy (Vermont). Después de haber incitado a un grupo de alumnos enfermos de juventud y de poesía a continuar con El club de los poetas muertos. En 1989, se estrenó esta película que contaba también la vida más allá de los muros de una elitista escuela americana. Robin Williams, el intrépido profesor, incitó a sus alumnos a que arrancaran las páginas de sus libro de literatura dedicados a la Retórica, y les mostró tras los cristales de las vitrinas las fotos de las orlas de todos  aquellos, que como ellos, habían pasado por la añeja institución y que ahora les  recitaban al oído  el tópico latino: Carpe diem, para que acudieran a los bosques y  buscaran  la felicidad, antes de  que la nieve cubra de nieve la hermosa cumbre, como diría Garcilaso de la Vega.
 Como en La sonrisa de Mona Lisa, el profesor que desdeña los valores tradicionales de la institución, es despedido, pero en este caso, la despedida la protagoniza una tímido enfermizo Todd Anderson, interpretado por Ethan Hawke, que se desafía así mismo y  entona los versos que Walt Whitman le dedicó al presidente Abraham Lincoln: Oh capitán, mi capitán.
Hemos hablado de dos películas de elitistas instituciones académicas, una de chicas y otra exclusivamente de chicos. Dice la autora del artículo que el éxito de la escuela británica en su preparación para el poder conservador, está en que es mixto y así desarrollan con soltura el lema de la escuela: conversación, compasión y compañía.
¿Habrían renovado a Julia Robert para el curso siguiente?

Por Almudena

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