miércoles, 3 de junio de 2015

MARIANO VARGAS Y LOS CLÁSICOS RENACENTISTAS.

El algecireño Mariano Vargas es considerado uno de los máximos exponente de la fotografía erótica, “Mi trabajo es sobre las mujeres, su belleza. A lo largo de la historia, la humanidad ha contraído una gran deuda con el género femenino hasta hoy, donde los abusos continúan en la aparente normalidad que reina entre los dos sexos. Mis imágenes vienen del gran respeto que siento por la mujer y la necesidad de que me impulsa a descubrir, expresar y sublimar la belleza fascinante de una mujer desnuda”.

Las fotografías que os voy a mostrar pertenecen a su serie Soltanto Madonne, dedicada exclusivamente a la mujer e inspirada fundamentalmente en las madonnas renacentistas, todas ellas nos llevan a los grandes maestros de la pintura, reinterpretados por Mariano bajo un prisma actual, sin dejar de perder su patina de obras clásicas. El elemento surreal surge de los escenarios y de los elementos anacrónicos que introduce en sus imágenes.



La Dama del Armiño lo pintó Leonardo Da Vinci en la corte de Milán al mudarse desde su Florencia natal, aproximadamente en el año 1487. Cecilia Gallerani fue una de las amantes de Ludovico El Moro, gobernador de Milán. Era inteligente y culta, e incluso acabó protegiendo a escritores. Poseía una hermosura seductora.
Este es el telón de fondo de la pintura: sexo, rumores y poesía en la corte de los Sforza. El retrato de Cecilia tiene un contenido erótico: la mano que acaricia el animal es una alusión sexual; los accesorios del vestido -la banda de oro de la frente, la cinta negra, el vello, el collar- sugieren la condición de la mujer sometida, de la cautiva, de la concubina.
Se asociaba a este animal con la pureza y la limpieza, como leemos en el "bestiario" de Leonardo: "El armiño, a causa de su temperamento... prefiere caer en manos de los cazadores antes que refugiarse en una guarida llena de barro, para no mancharse". Ludovico por otra parte, pertenecía a la Orden del Armiño, investido por los sucesores de la Corona de Aragón. El animal que vemos en los brazo de Cecilia es, por lo tanto, un emblema del hombre al que está unida social y sexualmente; observamos su mirada vigilante, su fuerte pata musculosa y sus garras extendidas sobre la manga roja de la joven.
Las sibilas eran personajes de la Antigüedad, de las religiones paganas previas al cristianismo. Su papel en la civilización griega fue de importancia capital y llegaron a influir en guerras y gobiernos de las "polis". La más famosa de todas ellas fue la Sibila de Delfos, o Sibila Délfica, El papel de las sibilas era similar al de los profetas del Antiguo Testamento; se consideraba que poseían poderes adivinatorios y entre ellas se extendió una creencia en el fin del mundo y en la llegada de un salvador, que los cristianos rápidamente adaptaron a su Mesías, extendiendo los anuncios de su venida incluso al mundo de la Antigüedad grecorromana. Miguel Ángel se había formado en la Florencia neoplatónica que pretendía reunir los conceptos de la filosofía griega de Platón con las creencias cristianas, en un intento por hacer racional y comprensible el entendimiento la religión.
La sibila délfica “posa” como distraída por un factor externo mientras lee el rollo, acaso una visión, dirige la mirada en dirección opuesta a la rotación del cuerpo. Tanto los ojos como la boca, apenas abierta, parecen de hecho manifestar su emoción improvisa frente a un acontecimiento nuevo, que la parte restante del cuerpo todavía se opone, bloqueado en el estado de calma anterior. Esta actitud se ve igualmente en dos jóvenes cerca de ella. La Sibila Délfica fue la más admirada por su belleza física e ideal.

De acuerdo con la narración de Ovidio, la diosa Flora viene a representar no sólo la fecundidad de la naturaleza, y por extensión del matrimonio, sino también la concordia entre los esposos (Céfiro, tras raptar a Cloris, se casa con ella y le regala su mítico jardín). Es, pues, un buen modelo mitológico para una esposa de la que se espera decoro en la vida pública y sensualidad y entrega en la intimidad Estamos ante una joven esposa tal como debe mostrarse en la alcoba a su marido: sus cabellos caen sueltos sobre sus hombros y espaldas y está vestida con una camisa blanca (la prenda más íntima del vestido femenino en el Renacimiento). Estas Floras venecianas expresan de una forma clara los matices de su propio deseo, no sólo porque desnudan su pecho, sino a través de un registro bien establecido de gestos y miradas. En el caso de la Flora de Tiziano, una ligera aprehensión se vislumbra en su rostro y como una ligera reticencia a desnudar su pecho. Lleva un anillo (señal de matrimonio) en la mano derecha que a la vez disimula y exhibe entre las hojas y las flores. La mano izquierda que se destaca sobre el rico brocado granate bordado en oro, dirige hacia el vientre el índice y con el corazón forma una tijera, gesto que en la celebración de la unión matrimonial resulta sumamente explícito: las tijeras que cortan la cintura virginal.



Si fuésemos políticamente correctos, tendríamos que decir: esta misteriosa y bella mujer, conocida como La Fornarina (la panadera), fue el amor secreto del pintor Rafael  Sanzio Pero no vamos a serlo. En primer lugar, porque no tenemos la certeza histórica de que realmente sea La Fornarina, como explicaremos a continuación. Y en segundo lugar, porque la chica no es que sea fea, pero vamos, que un bellezón tampoco es. Otras teorías parecen cobrar mayor peso y de este modo se apunta a que la joven fue una famosa cortesana de Roma, modelo de varios pintores del Renacimiento que la inmortalizaron en sus lienzos. La relación con Rafael, pues, no está clara; sin embargo, el brazalete que la joven lleva en el brazo muestra el nombre del pintor. En cualquier caso, la pose de la muchacha y el realismo del retrato hablan de una actitud desenvuelta y confiada con el artista.

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