miércoles, 16 de septiembre de 2015

16 DE SEPTIEMBRE: MUERTE DE VICTOR JARA

RELATO DE LA MUERTE DE VICTOR JARA



¡A ese hijo de puta me lo traen para acá! Gritó el oficial apuntando con su dedo a Víctor Jara, quien junto a unos 600 profesores y estudiantes de la Universidad Técnica del Estado (UTE) ingresaron  prisioneros con las manos en la nuca y apunta de bayonetas y culatazos la tarde del miércoles 12 de septiembre de 1973. Era el día siguiente del golpe fascista del general Pinochet. El  11, Víctor debía cantar en el acto que se realizaría en la universidad, donde se  recibiría al presidente Allende, quien anunciaría el llamado a plebiscito al pueblo de Chile. ..... Sin embargo, la voz de Allende fue apagada en la Moneda en llamas y la guitarra de Víctor quedaría allí, destrozada por la bota militar en el bombardeo de la UTE, como testimonio más de la barbarie fascista.
A ese hijo de puta me lo traen para acá!. Repitió iracundo el oficial…. Casco hasta los ojos, rostro pintado, metralleta al hombro, granada al pecho, pistola y corvo al cinto, balanceando su cuerpo tensado y prepotente sobre sus botas negras. ¡A ese huevón! ¡A ése!. El soldado lo empuja sacándolo de la fila.
Culatazo en la espalda  de Víctor. Víctor cae de bruces, casi a los pies del oficial. ¡Ch’e tu madre!. Vos soy el Víctor Jara huevón. El cantor marxista, ¡el cantor de pura mierda!. Y, entonces, su bota se descarga furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con sus manos -ese rostro que cada vez que lo levanta esboza esa sonrisa, que nunca lo abandonó hasta su muerte-. Esa misma sonrisa grande con que cantó desde siempre al amor y a la revolución.
Víctor yace en el suelo. Y no se queja. Ni pide clemencia. Sólo mira con su rostro campesino al torturador fascista. Este se desespera. Y de improviso desenfunda su pistola y pensamos con pavor que la descerrajará sobre Víctor. Pero, ahora le golpea con el cañón del arma, una y otra vez. Grita e increpa. Es histeria fascista. Y, entonces, la sangre de Víctor comienza a empaparle su pelo, a cubrirle su frente, sus ojos......... Y la expresión de su rostro ensangrentado se nos quedaría grabada para siempre en nuestras retinas........
A DESALAMBRAR...
El oficial se cansa y de pronto detiene sus golpes. Mira a su alrededor y advierte los cientos de ojos testigos que en una larga hilera lo observan con espanto y con ira. Entonces, se descompone y vocifera ¿qué pasa huevones? ¡Que avancen estas mierdas! y a este cabrón, se dirige a un soldado, me lo pones en ese pasillo y al menor movimiento, lo matas, ¡lo matas!, ¿entendisteis, carajo?!

Víctor, herido, ensangrentado, permanece bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento, con prohibición de moverse. Desde ese lugar, contempla el horror del fascismo de un estadio que poco a poco se va llenando de las futuras víctimas de Pinochet.
Allí es obligado a permanecer la noche del miércoles 12 y parte del jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Víctor tiene varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo.
En la tarde del 15 dos soldados  lo arrastran violentamente hasta un sector alto del Estadio, donde su ubica un palco, gradería norte. . Y desde lejos vemos como uno de ellos comienza a insultar a Víctor, le grita histérico y le da golpes con el  puño. La tranquilidad que emana de los ojos de Víctor descompone a sus cancerberos. Los soldados reciben orden de golpearlo y comienzan con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanza a levantarse Víctor, herido, ensangrentado. Luego no vuelve a levantarse. Es la última vez que vemos con vida al trovador del pueblo.

En la noche del 15 otros prisioneros lo verán con vida.  Un conscripto (solddo en instrucción militar), José Paredes, confiesa 36 años después que jugaron a la ruleta rusa con Jara antes de acribillarlo en los subterráneos.. La primera autopsia, en 1973, revela 44 disparos. La nueva, en 2009, confirma que Jara murió por múltiples impactos. Pero Paredes se retracta de su confesión.

Esa noche, los soldados arrojan seis de estos cadáveres, Jara entre ellos, junto al Cementerio Metropolitano, en el acceso sur de Santiago. Una vecina reconoce al cantautor y avisa a su esposa Joan para que lo sepulte antes de que lo sepulten en una fosa común.


Sólo tres personas acompañan a Joan en el funeral semiclandestino que se celebró en el Cementerio General de Santiago, donde fue inhumado en un humilde nicho. Jara está en su cenit creativo, poco antes de cumplir 41 años, y quienes tronchan su vida no saben que lo están haciendo más universal.

1 comentario:

  1. Pinochet, solo se hubiera sujetado a mandar en el pais. No era nececidad de matar a tanta gente, y no haber pasado como el mas sangriento asesino de la historia de Chile.

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