viernes, 29 de julio de 2016

VIAJES: EXPECTATIVA Y REALIDAD.

Tengo una amiga que dice que los viajes están sobrevalorados, y no lo dice desde la más completa de la ignorancia de la que nunca ha salido a la puerta de la calle, o no ha tirado de pasaporte, sino, aunque sea desde su otra vida, ella estuvo muy viajada. Sin darle la razón, si es verdad que muchas veces la EXPECTAVITA supera a la REALIDAD,  y cuando nos entusiasmamos por un viaje uno de los motivos es conocer lo que ya conocemos por medio de fotos, de internet, o incluso por los viajes de cualquiera de nuestras amistades. Muchas veces, de cara a nuestro próximo viaje, solemos tomar una decisión basándonos primero en nuestros gustos, y posteriormente mirando fotos del lugar en cuestión. El problema es que a veces esas fotos provienen de catálogos en los que se trata al destino como un producto, por lo que siempre van a mostrar un aspecto impoluto, sin aglomeraciones de gente, y vendiéndotelo como las vacaciones de tu vida.













 






 


 



Por no hablar de lo que yo siempre he llamado “la accidentada vida del turista accidental”, basándome en una  película protagonizada por William Hurt y  Geena Davis: qué hacemos en la calle a las cuatro de la tarde, con una guía del sitio, la cámara de foto y la mochila, con lo a gusto  que estaría tumbado con poca ropa a la fresquita… o para ver tal o cual monumento o museo importantissimo del sitio nos tenemos que levantar a tal  hora sino estará ya lleno de turistas… ¿y nosotros que somos? Es probable que os haya sucedido en alguna una ocasión que, cuando esperásemos encontrar esa maravillosa e idílica postal para hacernos la ansiada foto, nos encontramos con tener que movernos entre miles de turistas que, como nosotros, también se quedan sin esa foto soñada.

Por no hablar del calor que suele hacer en Agosto en todos los sitios donde vamos, aunque nos juran y perjuran que allí en agosto ya no hace calor: 
 Pero como vemos en estas últimas fotos tampoco hay que irse tan lejos...




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jueves, 28 de julio de 2016

miércoles, 27 de julio de 2016

EL PANADERO DE EEKLO

En el castillo medieval de Muiderslot, en Muiden –a las afueras de Ámsterdam– y contemplamos la colección de arte que alberga en su interior –compuesta por varios paisajes, naturalezas muertas y algunos retratos–, pronto nos encontraremos con una pintura realmente fuera de lo común.
La obra en cuestión, un pequeño óleo titulado ‘El panadero de Eeklo’, muestra una extravagante y macabra escena, en la que varios personajes cortan las cabezas a otros y las introducen en un horno, mientras otras figuras aparecen con coles sustituyendo el lugar que deberían ocupar sus cabezas.  


Sin más explicación, la pintura parece surgida de una pesadilla o de la hiperactiva y truculenta imaginación del artista (dos en este caso, Cornelis van Dalem y Jan van Wechelen). Sin embargo, el significado de la obra  hay que buscarlo en el folklore.
Desde la Edad Media, pero especialmente durante los siglos XV y XVI, los territorios de Flandes y los Países Bajos vieron prosperar una singular leyenda sobre un panadero que ejercía su trabajo en la localidad de Eeklo.
Según este cuento popular, todo aquel que estaba descontento con su cabeza –ya fuera porque no le agradaba su rostro, porque había envejecido o bien porque quería ser más inteligente–, podía acudir al panadero de Eeklo, y él y sus empleados le cocinarían, literalmente, una nueva según sus necesidades.
Una vez en el establecimiento del panadero, los trabajadores le cortaban al “paciente” la cabeza y colocaban una col en su lugar para evitar que se desangrara. A continuación modificaban la cabeza del cliente con las “mejoras” que había solicitado, la embadurnaban con yema de huevo y la introducían en el horno para “cocinar” una nueva, un reseteado del disco duro en toda regla. Después la colocaban en su lugar y el cliente podía irse estrenando cabeza y vida nuevas.
Sin embargo, las cosas no siempre salían bien. Si los panaderos se despistaban y la cabeza estaba dentro del horno durante el tiempo incorrecto –ya fuera más o menos–, el resultado era desastroso: la nueva cabeza resultante podía salir medio cocinada o demasiado hecha, y por tanto su propietario acabaría convertido en un idiota, un loco o un monstruo.

Gracias a esta llamativa historia, durante varios siglos los padres de los Países Bajos conseguían amedrentar a sus hijos cada vez que alguno de ellos se lamentaba de su aspecto o de su inteligencia. Podían ir a hacer una visita al sangriento panadero de Eeklo, y su cabeza, en lugar de mejorar, podría acabar mucho peor.

9 de febrero ES POR TU BIEN

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