Repasamos las películas que más han
recaudado durante el 2019 en España,
donde dominan los 'live action' de Disney y los superhéroes de Marvel. Las
cifras están en millones de €.
·1 El Rey León 37.218.267
·2 Joker 30.098.570
·3 Vengadores: Endgame 29.212.775
·4 Aladdín 25.365.161
·5 Toy Story 4 21.366.140
·6 Frozen 2 18.196.926
·7 Dumbo 14.505.701
·8 Padre no hay más que uno 14.240.856
·9 Star Wars: El ascenso de
Skywalker 13.966.830·10 Spider-Man: Lejos de
casa 13.532.225
El mejor estreno de un fin de semana fue para Vengadores: Endgane, con más de 10 millones recaudados; seguidos por El Rey León y Star Wars.
En lo referente al cine hecho en España, vemos que en el top ten se
ha colado la comedia veraniega de Santiago Segura, estas son las cifras en sus
diez principales puestos.ENLACE ACTUALIZADOtaquillasdecine.com
Nacido el 20 de enero del
1929 en Rimini, Fellini abandonó a los 9 años la casa paterna para unirse a
un circo ambulante para más tarde instalarse en Florencia como dibujante de
cómics. Ya en Roma, en 1941, comenzó a escribir guiones de cine e ingresó en
una compañía de teatro con la que recorrió toda Italia.
La década de los 50 le reportó importantes triunfos al cineasta. En
1954 rodó La Strada, con su esposa
Giulietta Massina, y obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera en 1956,
además del León de Plata del Festival de Venecia de 1954. A partir de esta
película, Fellini se impuso por su personalidad y se convirtió en el cineasta
más sorprendente del momento.
Federico Fellini desarrolló su trabajo dentro de la corriente del
neorrealismo italiano, centrado en la gente común, la vida de todos los días,
una visión clara para describir escenarios reales, actuación poco estudiada en la que la gente se representaba
ella misma.
En 1957 obtuvo nuevamente el Oscar a la mejor película extranjera
por Las Noches de Cabiria, que tuvo
a su esposa como protagonista. Dos años más tarde, 1959, rodó La dolce vita, película por la que el
propio Fellini siente una gran admiración, puesto que la vivió de una manera
intensa y tiene de ella recuerdos muy agradables.
En 1963 dirigió la maravillosa Fellini
8 y 1/2, que le valió su tercer Óscar, una película que muchos consideran
su mejor obra. Este filme marcó claramente el comienzo de la segunda etapa del
cine felliniano, de exuberante fantasía y barroquismo, con un humor de rasgos
surrealistas. De hecho, hay tres momentos en la filmografía de este director:
sus inicios, en constante coqueteo con la corriente neorrealista predominante
en el cine italiano de los 40 y 50, intentando encontrar un estilo propio que
le definiera como creador; la resonancia internacional y conquista de las
taquillas de todo el mundo (La strada, Las noches de Cabiria, La dolce vita,
Julieta de los espíritus, El Satiricón, Casanova y Amarcord); y la época de
madurez, marcada por su distanciamiento con la crítica y por su pérdida de
rentabilidad masiva de cara al mercado coincidiendo con dos acontecimientos
clave: el final de la supremacía de los grandes estudios estadounidenses y
europeos, y el relevo generacional tan rupturista como radical que se produce
en los primeros años 70.
Ya en 1969 rodó Satiricon, una película histórica basada en la obra
de Petronio, que supuso un estímulo para la imaginación de Fellini y su gusto
por lo insólito y lo monstruoso. Dentro de la obra del director, SATYRICON,
representa un punto de inflexión importante en su carrera debido a que supuso
la culminación del estilo grandilocuente y excesivo emprendido en FELLINI OCHO
Y MEDIO, obra que rompió con la narrativa tradicional al hacer del relato
subjetivo la principal materia fílmica. El propio Fellini dijo sobre su
película "La gente quiere siempre entender, comprender las películas, pero
frecuentemente esto no es lo más importante. Mi Satyricon ha de ser sentido, no
entendido"-.
En 1972 dirigió Roma, y tres años más tarde ganó por cuarta vez el
Oscar a la mejor película extranjera por Amarcord, basada en sus recuerdos de
su Rimini natal y que había sido rodada en 1973. Un canto a la imaginación y el
deseo, y una parodia del fascismo. Con la apariencia inicial de la típica
película costumbrista italiana, adquiere pronto una dimensión de ironía, farsa
y esperpento. Fellini libera su inconsciente y prueba con el surrealismo.
Introduce en la película elementos oníricos. (Un pintoresco retrato de la
Italia más provincial, una sátira de su juventud que convierte la vida diaria
en un circo de rituales, ceremonias y sensaciones. El deseo adolescente,
fantasías masculinas y conversaciones políticas se suceden con fuerza en esta película.
El 20 de enero de 1993, día de su cumpleaños, la Academia de Hollywood le
concedió un Oscar en reconocimiento al conjunto de su obra artística
Fellini, junto a Sophia Loren y Marcello Mastroianni, al
recibir el Oscar honorífico en 1993, pocos meses antes de morir
Danie Verdú dice en el El País como el diccionario italiano reconoce la palabra felliniano. Significa casi
todo aquello que tiene que ver con el Mago de Rímini y su cine, no alberga
dudas. Pero también es el adjetivo que describe un universo estético, social y
político que ha impregnado a toda una nación desde hace seis décadas. Para
Guillermo Cabrera Infante, Fellini fue
el último de los grandes directores italianos, que supo extender su biografía a
su arte. Encontró en su propia casa a su Charlot particular su esposa Gioletta Massina y su alterego en un
payaso angelical con Marcelo Mastroianni
que encarno sus contradicciones y egolatrías.
Su colaboración con la música Nino
Rota es excepcional, ya que la extraña relación simbiótica que se
establecía entre las imágenes del primero y la música del segundo parecía más
producto de la intuición que dé la razón, de un misterioso proceso alquímico
antes que de un análisis de la trama o estilo del film.
Estos días se ha estrenado “El
oficial y el espía”, la última película de Roman Polanski, y como dice Oti
Rodriguez Marchente, en su crónica de ABC es una cita “maravillosamente filmada,
narrada e interpretada, «El oficial y el espía» es cine del grande”, el
titulo original de la película es «J’acusse», que fue también el titular del
célebre artículo de Émile Zolaque publicó el 13 de enero de 1898 en el diario
L'Aurore en defensa de Alfred Dreyfus, el capitán del Ejército acusado
falsamente de traición por su condición de judío.
Como ocurrió en el anterior juicio, exonerarle supondría admitir
las vergüenzas del ejército francés, por lo que fue condenado de nuevo, aunque
esta vez solo a diez años. Sin embargo, el ministro de guerra Godefroy
Cavaignac examinó la carta con la que se inculpó a Dreyfus, hallando que era
claramente una falsificación. El ministro ordenó la detención de Hubert-Joseph
Henry, coronel y responsable de dicha falsificación. Para cuando se quiso hacer
justicia, Henry ya se había suicidado.
El 5 de enero de 1895, en el patio de la Escuela Militar de París
donde noventa años después debía erigirse su efigie, Dreyfus fue despojado de
sus insignias y contempló cómo su sable era partido por la mitad. De allí lo
trasladaron a su lejano destierro en la isla del Diablo, un penal ubicado en la
Guayana Francesa
Apenas nueve días después del juicio, Dreyfus fue indultado por el
gobierno. Georges Picquart, se reincorporó al cuerpo militar como general.
Alfred Dreyfus, en cambio, regresó al ejército como comandante, sin que se
valorara su antigüedad durante su instancia en prisión.A estas alturas, Francia
se encontraba partida en dos. La derecha, que consideraba a Henry una víctima
tras su suicidio y la izquierda, que estaba indignada con las tropelías del estado.
Como dice el artículo de Muñoz Molina, en este ENLACE EL PAÍS, fue también la
primera vezdonde los intelectuales
firmaron conjuntamente una opinión para expresarla públicamente.
La opción dreyfusard ganaba adeptos entre la clase política y el
pueblo. Pero el escándalo cada vez quedaba más desnaturalizado: ser dreyfusard
era ya más una actitud de izquierda, de oposición a la derecha gobernante, que
un sentimiento de justicia hacia un rico oficial judío encarcelado a miles de
kilómetros de distancia.
A Zola, le fue impuesta una condena de un año de prisión y una
multa de 3.000 francos. Zola huyó a Gran Bretaña con su misión cumplida: su
propósito de sacudir la conciencia de los franceses había dado resultado.
La narración que aborda Polanski con enorme precisión, intriga y
detalle tiene al fondo el conocido caso Dreyfus, y lo hace desde la perspectiva
de la investigación, se sirve de distintos géneros cinematográficos como el
drama, el suspense, lo judicial e incluso lo romántico. Y lo hace también con
una extrema sabiduría de las posibilidades que le ofrecen los elementos más
puros del cine clásico, combinados con una lectura rigurosa pero también dúctil
e interesada de los hechos históricos y su adecuación al espíritu actual, donde
operan conceptos tan líquidos como el de la «posverdad»…Polanski,deja al de Alfred Dreyfus en un segundo
plano, se vuelca en el de George Picquart, y en cambio consigue que la relación
entre ambos, brevísima, tenga una intensidad explosiva en lo esencial de la
historia.