viernes, 7 de marzo de 2014

300, EL ORIGEN DEL IMPERIO

Temístocles (524 - 459 a. C. fue un político y general ateniense. Miembro de la nueva generación de políticos que ganó preponderancia durante los comienzos de la democracia ateniense, junto a su gran rival Arístides. Como político, Temístocles era populista, y gozaba del apoyo de las clases inferiores atenienses, mientras que, generalmente, se enfrentaba a la nobleza. Elegido arconte en 493 a. C., tomó una serie de medidas para acrecentar el poder naval de Atenas. Combatió en Maratón durante la Primera Guerra Médica, siendo uno de los diez strategoi atenienses mencionados por Heródoto.


Cuando se habla de la batalla de las Termópilas, que enfrentó al imperio persa contra la alianza entre ejércitos de las diferentes ciudades-estado griegas, todo el mundo recuerda el papel heroico de los valientes espartanos que lucharon con tesón frente a miles de enemigos en un angosto desfiladero en el año 480 a.C. Sin embargo, apenas se conoce el vital apoyo que los ‘300’ recibieron desde el mar. La armada ateniense se había apostado en el estrecho de Artemision, con el objetivo de controlar cualquier intromisión persa que generara un desembarco y posterior ataque por la retaguardia griega. Desde el punto de vista ofensivo, fue una manera de desarticular la principal baza con la que contaba el ejército del Gran Rey Jerjes. Cuando la flota enemiga llegó al estrecho de Artemision, el jefe de la armada ateniense les estaba esperando junto a la costa con cerca de doscientos barcos. La diferencia era abismal, los griegos se encontraron frente a un millar de naves. Sin embargo, el comandante persa no imaginaba ni en lo más recóndito de sus pensamientos, que Temístocles iniciaría un ataque frontal estando en minoría. Por ello, aprovechando el desconcierto, tuvo el descaro de iniciar un ataque directo a última hora de la tarde, idea descabellada, a priori, si se tiene en cuenta que a ciertas horas se descartaba una batalla en el mar a causa de la falta de luz. Con esta estrategia, en caso de salir bien, tenía muchas posibilidades de dejar muy mermada la moral de los persas, y de haber sido un suicidio, las pérdidas serían pocas debido a que la noche caería pronto sobre sus cabezas. Durante el primer día de batalla, los persas sufrieron grandes daños, perdieron decenas de barcos en Artemision y cerca de diez mil soldados en las Termópilas a manos de ‘los 300’. Además, para más inri, una despiadada tormenta arrastró a más de ciento cincuenta barcos al fondo del mar. Los dioses protegían a los griegos y castigaban a los persas, pensaron algunos. Poco tiempo después, Jerjes cumplió su venganza reduciendo Atenas a cenizas. 



Aunque, un mes más tarde, serían los griegos los que buscaron resarcirse. Una nueva táctica del inteligente Temístocles, frenó el obstinado avance del ejército rival. Dicha estrategia consistió en hacer llegar al Gran Rey Persa un mensaje donde expresaban una retirada de sus tropas, esto animó a los persas a adelantar líneas tanto por mar como por tierra, adentrándose sin saberlo en una hábil emboscada griega en el estrecho de Salamina que desembocó en graves pérdidas y, por ende, en la retirada persa. Esta brillante idea supuso el inicio del fin del Imperio persa y la liberación de las ciudades griegas. En cuanto a Temístocles, su reconocida victoria en Salamina le proporcionó mucha fama en Atenas. Una admiración que se redujo considerablemente tras mostrar su apoyo a una alianza con los persas frente a Esparta. Esta postura le llevó a ser relegado de su cargo en la ciudad ateniense y le obligó a refugiarse en territorio enemigo, donde se le otorgó un cargo político. Según cuenta la tradición, Temístocles se envenenó, finalmente, para no ayudar al Rey de Persia en una nueva trama para conquistar Atenas.












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