martes, 17 de junio de 2014

MIMMO ROTELLA

Uno de los autores que participan en la excelente exposición, recientemente inaugurada en el Museo Thyssen, MITOS DEL POP, sobre el POP-ART es Mimmo Rotella, que combina en su obra la descomposición del collague (decollages) en torno a los carteles del cine. ¡Nada más pop que  unir el mundo de la publicidad con el del cine!


 Dirigir una mirada a la trayectoria de Mimmo Rotella (Catanzaro, Italia, 1918) es una tarea gratificante: su obra no ha hecho más que consolidarse, con la lógica implacable que otorga una calidad continuada y estable, constituyéndose así como una de las más firmes y personales trayectorias del arte italiano contemporáneo. En 1954 se instala en Roma y allí realiza sus primeros carteles: panfletos arrancados de las paredes, traspasados al lienzo, tanto en positivo como en negativo, y ahí nuevamente desgarrados, señalando con esta última intervención un “gesto de protesta contra una sociedad que ha perdido el gusto por el cambio”. Estos décollages, que Rotella efectúa sin conocer otros trabajos de su tiempo – pienso, también en artistas como los españoles Antoni Tapies, constituyen su modo personal de participar del clima de lo informal, pues son, en efecto, grandes formas abstractas.


 A partir de 1958, el interés se concreta en fragmentos particulares, utilizados como imágenes de choque, seleccionando para ello los carteles cinematográficos. Invitado por el crítico Pierre Restany, se adhiere en 1961 al grupo de los Nuevos Realistas, basada en la creencia de que la ciudad y el paisaje de la civilización humana eran los modelos a seguir para un nuevo tipo de realismo.
En estos años y los posteriores, el trabajo plástico de Rottela se nutre de sus raíces tanto en fuentes autóctonas como en la propia historia del arte del siglo XX, especialmente del informalismo y del Pop norteamericano. Rotella es el primer artista en usar la técnica del “décollage”, para conseguir una atmósfera Pop que muchas veces aparece con referencias a movimientos pictóricos anteriores.    




Al mismo tiempo es consciente de que con esta estrategia puede reflejar, como ningún artista hasta ahora, la posición histórica de su medio. En lugar de proclamar el origen absoluto del arte, que se legitima exclusivamente por sí mismo, es necesario definir el arte a través de su relación con los mundos de imágenes ya existentes que lo rodean. Para no caer en la tentación de creer en la continuación sin problemas de posiciones simples y sin compromiso, hoy más que nunca, es necesario no tomar opciones estético-productivas sin recurrir a la herencia de una conciencia de la teoría de los medios y de la historia del arte.    
 
 En cuadros como La sonrisa de Marilyn o La suite Ribelli, se basan, como casi todas sus obras de los años sesenta, setenta y ochenta, en las fotografías de carteles. La predilección de Rotella por la realidad que transmiten los medios ha concebido dignidad artística a la fotografía de carteles, sin por ello cargarla de un significado subjetivo. Este ennoblecimiento de lo trivial se diferencia del pop-art americano e inglés, en que prescinde en gran medida de los motivos atractivos y glamurosos que utilizaba sobre todo Andy Walhol.  


La equiparación y con ello la desvalorización del significado, tan central y categórico en el arte del siglo XX, de abstracción y realismo no sólo se muestra en estos trabajos, sino también en casi toda su época de los años ochenta y noventa. En ellos vemos monumentales estrías de color, que no han sido trasladadas al soporte del lienzo, sino copiadas minuciosamente de una fotografía. Las trayectorias del color parecen abstractas, pero en realidad son representaciones imitativas, relativamente realistas, de formas abstractas.   

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