miércoles, 9 de julio de 2014

ALFREDO DI STEFANO LA SAETA RUBIA

GRACIAS PIBE

En cincuenta años el Real Madrid ganó dos títulos de Liga. Llegó Alfredo y, en los siguientes cincuenta, el club había ganado más títulos que todos los equipos españoles juntos


Con Kubala y Puskas con la camiseta azulgrana
 Se suele decir, con frecuencia y verdad, que Alfredo Di Stéfano fue determinante en la historia del fútbol español. Su fichaje, tantas veces mal contado desde Barcelona, dividió las aguas. Hasta que él llegó, el Madrid sólo había ganado dos Ligas, ambas antes de la guerra, y añadiré que durante la República. Desde que él llegó, ha ganado tantas como todos los demás juntos
 
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Pero su influencia no se limitó a eso. Di Stéfano fue el primer jugador que se movió por todo el campo. Hasta su aparición, los once jugadores se atenían a tareas específicas. Especialistas en una zona, en un estilo, en una actividad especializada. A Di Stéfano se le quedó pequeño aquello, decidió moverse por todo el campo. Defendió, armó, atacó y remató.
Por eso fue que L’Equipe le llamó ‘L’Omnipresent’ (supongo que no hace falta traducción) cuando le dio el Balón de Oro en 1957. En el 58 le declararon fuera de concurso, tal era su superioridad. En 1959, viendo que era imposible seguirle manteniendo fuera, se lo volvieron a dar. Y ya mucho más adelante le repararon con un ‘Balón de Oro de los Balones de Oro’.
Sacchi me dijo un día de él que fue como el salto del cine mudo al sonoro. También que fue el primer jugador ‘de todo el campo, de todo el tiempo, de todos los campos’. Su llegada al Madrid y su explosión coincidieron con la puesta en marcha de la Copa de Europa, cuyas cinco primeras ediciones ganó. En todas y cada una de las finales marcó al menos un gol.
Aquella fue quizá la gran aventura de su vida, pero no la única. Vivió unos inicios ilusionados en River, luego una huelga, la fuga al Millonarios, una primera retirada, el pleito entre el Barça y el Madrid, las glorias en este club, el durísimo episodio de su secuestro en Caracas y una marcha final al Espanyol, tras enfado con Santiago Bernabéu, dos caracteres de aúpa.
 
No llegó a jugar ni un minuto en un Mundial por una inoportuna lesión en 1962, pero fue el capitán de la Selección del Resto del Mundo que se enfrentó a Inglaterra en octubre de 1963, en celebración del Centenario de la creación del fútbol. Un honor inigualable. Fue un tipo mitad hosco, mitad entrañable. Incapaz de disimular. Vivió con plenitud. Mejoró al fútbol. (Alfredo Relaño, Diario AS)



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