domingo, 22 de mayo de 2016

FABIO HURTADO

El universo pictórico de Fabio Hurtado se sitúa en los Estados Unidos de América de los años veinte y treinta del siglo pasado, con escenas y personajes que nos remiten tanto a los lienzos de Edward Hopper y Tamara de Lempicka, o a los grandes volúmenes de Picasso, como a las películas El Gran Gatsby y Bonnie&Clyde. Las mujeres llevan sombreros cloché y pelo corto bob cut, visten con modernidad y elegancia y exhiben independencia. La presencia de los medios de transporte -coche, tren, aeroplano, transatlántico- apoya la afirmación del futurista Marinetti de que un automóvil de carreras puede ser más bello que la Victoria de Samotracia. Los animales aportan las virtudes y las características que les son propias, así el perro expresa fidelidad y el pavo real simboliza glamur. Si prestamos atención cerca de los cuadros oiremos nítidamente jazz, la música que reinaba en el Cotton Club. Me encantan sus mujeres, lánguidas, pensativas, llenas de contundencia y a la vez de fragilidad


Fabio Hurtado pinta una época que difícilmente alguno de nosotros ha conocido, pero da igual, ya que él sabe captar un espíritu histórico que, a día de hoy, no sólo es válido, sino incluso necesariamente reivindicable. La década de los veinte vino después del cataclismo de la Primera Guerra Mundial, y los años treinta sufrieron la depresión que surgió del crack financiero de 1929. La reacción al conflicto bélico planetario fue el despertar de unas ansias de vivir, la comprensión de que la vida es un regalo frágil que no hay que desaprovechar. A la vez, la sacudida económica iniciada con el hundimiento de la bolsa generó la adopción del New Deal, un nuevo pacto político que entendió la necesidad de controlar al gran capital, reducir las diferencias sociales y avanzar hacia un sistema de protección de los más desvalidos.
  










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