jueves, 18 de enero de 2018

THERESA DREAMING Y EL #TIME UP .




Una nueva frontera en el debate post-Weinstein: El debate ha llegado a todas las esferas de la vida pública, y el mundo del arte no se ha quedado atrás, ha dado lugar a movimientos como el #MeToo o el #TimesUp. Para muchos, su normalización en la prensa también presenta el peligro de que el mensaje se convierta en una especie de ruido blanco. "Si todo es un escándalo, entonces nada es un escándalo"
El Museo de Arte Metropolitano ha tomado la decisión correcta al rechazar las demandas de una petición online que exige la eliminación de una obra erótica del artista polaco-francés Balthus.
La pintura de 1938, Thérèse Dreaming, muestra a una adolescente sentada en una silla, con una pierna levantada dejando al descubierto su ropa interior. La demanda, que ha conseguido reunir más de 9,000 firmas, argumenta que la pintura “idealiza la sexualización de un niño”.
Hay una conversación difícil y emotiva sobre las obras de Balthus, que con frecuencia retrataba a chicas adolescentes o en edad de pubertad de una manera sexualizada. Ninguna exposición seria de Balthus,  puede evitar confrontar esos problemas.




Pero la petición no se ha salido con la suya cuando argumenta que la pintura debería desaparecer ahora por los escándalos de abuso sexual que han aparecido en muchos sectores de los medios, el entretenimiento, las artes y el mundo político. Ahora, precisamente, no es el momento de comenzar a eliminar el arte de las paredes, los libros de los estantes (habría que incluir dentro del índice de libros prohibidos, la obra de Oscar Wilde, Las amistades peligrosas y ¡por supuesto! Lolita de Nabokov), la música de la radio o las películas de las distribuidoras. El enfoque debe estar en las infraestructuras sociales que perpetúan el abuso y las personas, en su mayoría hombres, que lo cometen.
Debemos lidiar con el acoso sexual y el abuso sexual sin perder todo lo que se ganó durante la liberación sexual del siglo pasado. Y estamos en un momento crítico de ese proceso.
Los hombres que podrían perderlo todo si sus abusos del pasado salieran a la luz preferirían que esta tormenta cultural se extinguiera antes de que se expongan. Pero hay fuerzas, particularmente en la izquierda académica, que recurren reflexivamente a la censura como una solución rápida y fácil a  la opresión social. El peligro de esta nueva oleada en contra de los abusos sexuales, es un nuevo puritanismo que solo aumentaría la vergüenza que rodea a la sexualidad (un arma conveniente manejada por abusadores) mientras se deshace el doloroso proceso del siglo XX de desregular la sexualidad de la religión y el poder masculino heterosexual.

Las obras de Balthus, especialmente sus pinturas surrealistas y sexualmente transgresoras, fueron parte de un esfuerzo de muchas décadas para observar y explorar el deseo sexual.  Los surrealistas utilizaron la poesía, la literatura y las artes visuales para representar los límites de la fantasía erótica. El mapa artístico e intelectual de este nuevo y aterrador territorio tuvo consecuencias, para bien y para mal, en el mundo real.

El simbolismo y la decadencia en la poesía y la literatura de finales del siglo XIX dieron a hombres, como Oscar Wilde, un lenguaje para hablar sobre deseos que previamente habían sido brutalmente silenciados.

Por su parte, la filósofa e intelectual feminista Simone de Beauvoir,  hablaba del “síndrome Lolita” poniendo como ejemplo a la deseada actriz (que ya acaparaba todos los focos un lustro antes de que se publicara la novela de Nabokov). Contrariamente a muchas voces que acusaban a Bardot de fomentar la visión de la mujer como objeto, para De Beauvoir ella era todo un ejemplo de liberación para el género femenino.


Censurar a Balthus, cuyo trabajo es perturbador pero no pornográfico, no tiene sentido. Eliminar su trabajo de la vista no eliminaría los deseos que anima y probablemente llevaría a la pérdida de otro trabajo, que exploró otros horizontes de lo ilícito. Perderíamos gran parte del progreso imperfecto que hicimos lejos de la vergüenza y el silencio sobre el deseo.

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