sábado, 1 de octubre de 2016

EL BOSCO NUEVA SALA EN EL MUSEO DEL PRADO


Al igual que los grandes maestros que forman parte del difícilmente superable elenco de maestros del Prado (Velázquez, Goya, Tiziano, Rubens, el Greco), a partir de este viernes Hieronymus van Aeken Bosch, El Bosco (h. 1450-1516), ya dispone de una sala propia. El éxito de la exposición con la que el museo ha celebrado el 500 aniversario de su muerte (589.692 visitantes, récord en la historia de la pinacoteca) ha hecho posible un replanteamiento de la colección de pintura flamenca de manera que el pintor holandés ocupa de manera exclusiva la sala 56A. 


 La sala que preside el imponente tríptico El Jardín de las delicias, visible al detalle también por su parte posterior, está acompañado del grupo de pinturas que hacen que el Prado sume la mejor colección de obras del maestro flamenco: el tríptico de la Adoración de los Magos, el tríptico del Carro de Heno, La extracción de la piedra de la locura, La Mesa de los pecados capitales, Las tentaciones de San Antonio Abad (del taller de El Bosco) y Paisaje infernal (anónimo seguidor de El Bosco). Para esta nueva etapa, el espacio ha sido dotado de luminarias Led.


 Ahora, antes de entrar en la gran sala turquesa de El Bosco hay que pasar por las delicias de otros dos baluartes de la pinacoteca: Joachim Patinir y Peter Brueghel el viejo. La estancia tiene cinco obras del primero, incluido El paso de la laguna Estigia. Y presidiendo, El vino de la fiesta de san Martín, la increíble sarga que hasta parece haber crecido. Estos dos pintores son los grandes beneficiados del movimiento de pintores, pinturas y dinastías sin precedentes en la colección flamenca, que afecta a seis salas en total.

Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado, explica que aunque el resultado de la exposición ha sido determinante, el museo ya había comprobado que los visitantes de El Jardín de las Delicias consumían más tiempo contemplando sus detalles que ante obras tan señeras como Las Meninas de Velázquez o el Dos de Mayo de Goya. “Convivía con obras maestras mundiales de Patinir y Brueghel el Viejo ante las que mucha gente pasaba de largo. Estaba claro que la mejor solución era buscar para el Bosco un acomodo en el elenco que disfrutan otros grandes maestros, un espacio individual que permita el disfrute de su obra al detalle y que deje respirar otras pinturas que también son importantísimas”.

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