Estos días se ha estrenado “El
oficial y el espía”, la última película de Roman Polanski, y como dice Oti
Rodriguez Marchente, en su crónica de ABC es una cita “maravillosamente filmada,
narrada e interpretada, «El oficial y el espía» es cine del grande”, el
titulo original de la película es «J’acusse», que fue también el titular del
célebre artículo de Émile Zolaque publicó el 13 de enero de 1898 en el diario
L'Aurore en defensa de Alfred Dreyfus, el capitán del Ejército acusado
falsamente de traición por su condición de judío.
Como ocurrió en el anterior juicio, exonerarle supondría admitir
las vergüenzas del ejército francés, por lo que fue condenado de nuevo, aunque
esta vez solo a diez años. Sin embargo, el ministro de guerra Godefroy
Cavaignac examinó la carta con la que se inculpó a Dreyfus, hallando que era
claramente una falsificación. El ministro ordenó la detención de Hubert-Joseph
Henry, coronel y responsable de dicha falsificación. Para cuando se quiso hacer
justicia, Henry ya se había suicidado.
El 5 de enero de 1895, en el patio de la Escuela Militar de París
donde noventa años después debía erigirse su efigie, Dreyfus fue despojado de
sus insignias y contempló cómo su sable era partido por la mitad. De allí lo
trasladaron a su lejano destierro en la isla del Diablo, un penal ubicado en la
Guayana Francesa
La opción dreyfusard ganaba adeptos entre la clase política y el
pueblo. Pero el escándalo cada vez quedaba más desnaturalizado: ser dreyfusard
era ya más una actitud de izquierda, de oposición a la derecha gobernante, que
un sentimiento de justicia hacia un rico oficial judío encarcelado a miles de
kilómetros de distancia.
La narración que aborda Polanski con enorme precisión, intriga y
detalle tiene al fondo el conocido caso Dreyfus, y lo hace desde la perspectiva
de la investigación, se sirve de distintos géneros cinematográficos como el
drama, el suspense, lo judicial e incluso lo romántico. Y lo hace también con
una extrema sabiduría de las posibilidades que le ofrecen los elementos más
puros del cine clásico, combinados con una lectura rigurosa pero también dúctil
e interesada de los hechos históricos y su adecuación al espíritu actual, donde
operan conceptos tan líquidos como el de la «posverdad»…Polanski, deja al de Alfred Dreyfus en un segundo
plano, se vuelca en el de George Picquart, y en cambio consigue que la relación
entre ambos, brevísima, tenga una intensidad explosiva en lo esencial de la
historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario