martes, 23 de febrero de 2016

ROBERTO FERRI IL NUOVO CARAVAGGIO.

El pintor italiano Roberto Ferri (Tarento, 1978) tiene 35 años, pero su pincel no es de este siglo. Sus obras, herederas de las pulcras y magistrales técnicas del claroscuro barroco, parecen haber nacido en aquella Roma de finales del Tenebrismo barroco, pero irrumpen en pleno siglo XXI con un poder que inquieta, aturde y seduce. Sus obras se encuentran en las colecciones más importantes y significativos en Roma, París, Londres, Nueva York y otros. Basado en la obra de Miguel Ángel y Caravaggio y los maestros del barroco, este artista contemporáneo en sus impresionantes pinturas reinventa la estética clásica, creando algo muy diferente.

 Son imágenes de carne y deleite, transgresión y pesadillas, de una temática de  paraísos perdidos, luciferes, ángeles caídos, sirenas malignas y otras concupiscentes bestias, con un dominio de la anatomía humana basada en sus escorzos, contorsiones, movimientos exacerbados etc.

El historiador de arte Maurizio Calvesi escribió: “Ahora el ‘anacronismo’ en la pintura de Roberto Ferri emerge en toda su literalidad de recuperación de la pintura después de Miguel Ángel, concediendo sólo a un instrumento de la modernidad: el surrealismo, el cual envuelve con sus formas abstractas de intranquilidad visceral, con innegable sabiduría, pasión y empatía, las paredes de los museos, entre la gracia y la morbosidad sadomasoquista. Aquí es un surrealismo que tiene la capacidad metamórfica de un Dalí, excepto que en Dalí es viscosa, en cambio, en Ferri es carnal”.

Ferri explica que nació a orillas del mar Mediterráneo, en la sureña ciudad de Tarento en 1978. Desde adolescente se empeñó en estudiar todo lo relacionado con la teoría y la práctica de la pintura. En particular, sus investigaciones se enfocaron en el quehacer artístico del siglo XV hasta finales del XVIII, enamorado de los maestros del claroscuro y el simbolismo, y sobre todo de los grandes del academicismo y el dibujo como Jean-Auguste-Dominique Ingres, Anne-Louis Girodet, Théodore Géricault, Charles Gleyre, Frederic Leighton y William-Adolphe Bouguereau, entre otros, quienes lo sorprendieron e incitaron a desarrollar lo que llama mi propia poesía: “Descubrí a Caravaggio y al barroco desde pequeño, mirando un libro de mi abuelo. Desde entonces quedé fascinado con el tenebroso mundo de la sombra y la luz radiante, fue así que quise hacer mía esa técnica, para narrar mi mundo”.
El reconocido crítico de arte italiano Vittorio Sgarbi define a Roberto Ferri como un fenómeno, admirable, es un pintor antiguo. Pero aquí estamos, ante pinturas académicas sorprendentemente modernas y transgresoras, que tienen un efecto borgesiano: piden y obtienen sorpresa, delante de ellas no sabemos decir en qué época estamos.


Su muestra el año pasado en el Palazzo delle Esposizioni ,Noli foras ire (frase en latín que en español sería algo así como No quieras derramarte fuera), fue calificada de única e impresionó a la crítica por la estremecedora manera en la que un joven artista “convive con lo sagrado y lo profano, así como su deseo de combinar el bien y el mal, como en el óleo Lucifer, donde el ángel caído del cielo, representado mientras imprime su sello en una piedra y en la tierra que gobernará, expresa su belleza al máximo”.
Además de la armonía en las formas y la composición, caracterizadas por un sentido de onirismo y por numerosas referencias a la antigüedad, cuyo propósito es generar asombro y maravilla en el espectador, los críticos alaban la férrea disciplina del pintor, su magistral manera de plasmar las metamorfosis del cuerpo y del alma.

En unas recientes declaraciones dijo “Mi mundo interior está hecho de placer y dolor, Eros y Tánatos, sueños y pesadillas, son las imágenes que llevo dentro, entonces, mis cuadros son como ventanas abiertas a todo ello que es la parte más íntima, más escondida, más hermética, pero también la más sensible”.



 Gracias al facebook de Rocio 
















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