La primera diáspora escolar se produce cuando los alumnos acaban su
etapa en el instituto y entran en una importante etapa de su vida. Si yo
tuviera que dirigirles la palabra en el acto de despedida, lo haría en estos
términos:
“No cabe duda de que estamos en un
día muy especial para vosotros. Por lo menos, desde que habéis comenzado,
habéis pasado trece años, casi toda vuestra vida, en el colegio o en el
instituto. Ahora empezáis un nuevo tramo. Ahora empezáis a enfrentaros en serio
con vuestro destino. Tenéis que despediros de una época que la mayoría
recordará con cariño y nostalgia, e iniciar otra que ahora mismo nadie sabe
cómo va a ser. Es un viaje nuevo, es un itinerario distinto.
Al despedirse de todo lo que dejáis
atrás deberíais ser generosos y dar las gracias. Dad las gracias a vuestros
maestros, a vuestros profesores y a vuestros padres. Cuando salgáis del
instituto y comencéis una vida independiente ya no os volveréis a encontrar a
nadie así. Ellos han sido los únicos que, de forma completamente desinteresada,
os han ayudado y formado para que salgáis adelante en la vida, los únicos que
os han llenado la mochila para que podáis defenderos y sacar del futuro todo lo
posible. Fuera de la familia y la escuela sólo habrá interés: en vuestro jefe,
para que le rindáis más de lo que os paga, como clientes, para que las marcas
comerciales os saquen el máximo provecho. Y así. Abandonáis un lugar muy
protegido, en el que habéis estado muy seguros porque ha habido muchas personas
que se han preocupado por vosotros y vosotras. Pero cada vez estáis más cerca
de depender de vosotros mismos.
Cada uno de los que ahora acaban ha
aprovechado el paso por el instituto de maneras diferentes. A mí me preocupan
mucho los que no han sacado el título. Ha sido un desperdicio. No aprovechar
las oportunidades de aprender, de sacar una titulación, es como si en vuestra
casa tirarais la comida, o despreciarais la ropa que os compran. Vienen tiempos
difíciles y, creedme, sin titulaciones, sin estudios, no se va a ningún lado.
Los que tengan suerte encontrarán el llamado trabajo-basura, con un sueldo muy
bajo. No, no: los suspensos no habéis hecho un buen negocio. A lo mejor os lo
habéis pasado bien mientras vuestros compañeros estudiaban. A lo mejor os
habéis divertido mientras los otros estaban sentados delante del libro. Pero
fijaos lo poco que ha durado. Fin del trayecto. Pero todavía estáis a tiempo de
rectificar. Todavía va a pasar el tren por vuestra estación y os vais a poder
subir a él. Pero no tonteéis más. De verdad. Llega un momento en el que os
tenéis que plantear qué es lo que queréis ser en la vida, y llega el momento en
el que os tenéis que dar cuenta de que de lo que os ocurra en el futuro va a
depender sobre todo... de vosotros, de lo que decidáis, de lo que hagáis, de
las ganas que pongáis en ser como queréis ser. Habéis alcanzado una edad en la
que ya os dais cuenta de que esto es así.
Tenéis muchísimos años. No
dieciséis ni diecisiete, sino muchos más. Dieciséis son los años que habéis
gastado, nada más. Poseéis lo que poseen muy pocos: el tiempo. El tiempo es el
capital de los que sólo tienen su inteligencia como fortuna. Aprovechadlo. Un
sabio romano, Cicerón, decía que “No hay cosa que los humanos traten de
conservar tanto, ni que administren tan mal, como su propia vida”. Tenéis que
desmentirlo y hacer que con vosotros se equivoque. Porque un hombre no es más que lo que sabe. Esa es su
grandeza, porque saber y aprender sólo dependen de él. En el instituto os han
dado las herramientas y han sembrado los primeros cimientos. El resto lo tenéis
que poner vosotros. Y recordad que nada está escrito. Es verdad que en el
futuro pueden ocurrir muchas cosas, y que allí, en el futuro, es donde vais a
pasar el resto de vuestra vida. Pero es más verdad que el futuro no es más que
el avance imparable del presente y en el presente sí podéis influir.
No quiero cansaros mucho más. Hasta
ahora, todos vuestros caminos confluían hacia el instituto. Era el cauce al que
concurríais. A partir de ahora, esos caminos se separan. Desde el instituto se
dispersan las sendas que vais a tener que recorrer. Tened mucha confianza.
Nadie es más que nadie y lo que hace un ser humano lo hace otro ser humano. Trabajad
y esforzaos para que nadie os haga sentiros inferiores, salvo que vosotros lo
consintáis. Ojalá que todo el trabajo que se ha hecho con vosotros haya sido
tan bueno que podáis hacer vuestros los versos del poeta Pablo Neruda:
“Me has agregado la fuerza de todos
los que viven/ Me has dado la libertad que no tiene el solitario. / Me
enseñaste a encender la bondad, como el fuego. / Me hiciste construir sobre la
realidad, como sobre una roca. / Me hiciste adversario del malvado y muro del
frenético. / Me has hecho ver la caridad del mundo y la posibilidad de la
alegría. / Que así sea”.
DEDICADO A Las chicas del Condado que me han hecho sentirme entre amigos, y a mis alumnos que me hicieron la vida agradable y la despedida triste...
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