martes, 10 de mayo de 2016

ADIOS AL COLEGIO...


 La primera diáspora escolar se produce cuando los alumnos acaban su etapa en el instituto y entran en una importante etapa de su vida. Si yo tuviera que dirigirles la palabra en el acto de despedida, lo haría en estos términos:   
            “No cabe duda de que estamos en un día muy especial para vosotros. Por lo menos, desde que habéis comenzado, habéis pasado trece años, casi toda vuestra vida, en el colegio o en el instituto. Ahora empezáis un nuevo tramo. Ahora empezáis a enfrentaros en serio con vuestro destino. Tenéis que despediros de una época que la mayoría recordará con cariño y nostalgia, e iniciar otra que ahora mismo nadie sabe cómo va a ser. Es un viaje nuevo, es un itinerario distinto.

            Al despedirse de todo lo que dejáis atrás deberíais ser generosos y dar las gracias. Dad las gracias a vuestros maestros, a vuestros profesores y a vuestros padres. Cuando salgáis del instituto y comencéis una vida independiente ya no os volveréis a encontrar a nadie así. Ellos han sido los únicos que, de forma completamente desinteresada, os han ayudado y formado para que salgáis adelante en la vida, los únicos que os han llenado la mochila para que podáis defenderos y sacar del futuro todo lo posible. Fuera de la familia y la escuela sólo habrá interés: en vuestro jefe, para que le rindáis más de lo que os paga, como clientes, para que las marcas comerciales os saquen el máximo provecho. Y así. Abandonáis un lugar muy protegido, en el que habéis estado muy seguros porque ha habido muchas personas que se han preocupado por vosotros y vosotras. Pero cada vez estáis más cerca de depender de vosotros mismos.


            Cada uno de los que ahora acaban ha aprovechado el paso por el instituto de maneras diferentes. A mí me preocupan mucho los que no han sacado el título. Ha sido un desperdicio. No aprovechar las oportunidades de aprender, de sacar una titulación, es como si en vuestra casa tirarais la comida, o despreciarais la ropa que os compran. Vienen tiempos difíciles y, creedme, sin titulaciones, sin estudios, no se va a ningún lado. Los que tengan suerte encontrarán el llamado trabajo-basura, con un sueldo muy bajo. No, no: los suspensos no habéis hecho un buen negocio. A lo mejor os lo habéis pasado bien mientras vuestros compañeros estudiaban. A lo mejor os habéis divertido mientras los otros estaban sentados delante del libro. Pero fijaos lo poco que ha durado. Fin del trayecto. Pero todavía estáis a tiempo de rectificar. Todavía va a pasar el tren por vuestra estación y os vais a poder subir a él. Pero no tonteéis más. De verdad. Llega un momento en el que os tenéis que plantear qué es lo que queréis ser en la vida, y llega el momento en el que os tenéis que dar cuenta de que de lo que os ocurra en el futuro va a depender sobre todo... de vosotros, de lo que decidáis, de lo que hagáis, de las ganas que pongáis en ser como queréis ser. Habéis alcanzado una edad en la que ya os dais cuenta de que esto es así.
            Tenéis muchísimos años. No dieciséis ni diecisiete, sino muchos más. Dieciséis son los años que habéis gastado, nada más. Poseéis lo que poseen muy pocos: el tiempo. El tiempo es el capital de los que sólo tienen su inteligencia como fortuna. Aprovechadlo. Un sabio romano, Cicerón, decía que “No hay cosa que los humanos traten de conservar tanto, ni que administren tan mal, como su propia vida”. Tenéis que desmentirlo y hacer que con vosotros se equivoque. Porque un  hombre no es más que lo que sabe. Esa es su grandeza, porque saber y aprender sólo dependen de él. En el instituto os han dado las herramientas y han sembrado los primeros cimientos. El resto lo tenéis que poner vosotros. Y recordad que nada está escrito. Es verdad que en el futuro pueden ocurrir muchas cosas, y que allí, en el futuro, es donde vais a pasar el resto de vuestra vida. Pero es más verdad que el futuro no es más que el avance imparable del presente y en el presente sí podéis influir.
            No quiero cansaros mucho más. Hasta ahora, todos vuestros caminos confluían hacia el instituto. Era el cauce al que concurríais. A partir de ahora, esos caminos se separan. Desde el instituto se dispersan las sendas que vais a tener que recorrer. Tened mucha confianza. Nadie es más que nadie y lo que hace un ser humano lo hace otro ser humano. Trabajad y esforzaos para que nadie os haga sentiros inferiores, salvo que vosotros lo consintáis. Ojalá que todo el trabajo que se ha hecho con vosotros haya sido tan bueno que podáis hacer vuestros los versos del poeta Pablo Neruda:

            “Me has agregado la fuerza de todos los que viven/ Me has dado la libertad que no tiene el solitario. / Me enseñaste a encender la bondad, como el fuego. / Me hiciste construir sobre la realidad, como sobre una roca. / Me hiciste adversario del malvado y muro del frenético. / Me has hecho ver la caridad del mundo y la posibilidad de la alegría. / Que así sea”.

DEDICADO A Las chicas del Condado que me han hecho sentirme entre amigos, y a mis alumnos que me hicieron la vida agradable y la despedida triste...

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