martes, 25 de julio de 2017

SANTIAGO MATAMOROS Y LA BATALLA DEL CLAVIJO




Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y Salomé, hermano de san Juan Evangelista y, como él, discípulo de Cristo. Pues, si su pretendida estancia como predicador de la fe en Galicia no se asienta en pruebas escritas  alguna, tampoco queda testimonio fehaciente de que sus discípulos trasladaran su cuerpo a Hispania, tras el martirio sufrido por orden del rey de Judea, Herodes Agripa, entre los años 42 y 44, puesto que ambas creencias no surgen hasta la Alta Edad Media. Por tanto, la identificación de Santiago con el cuerpo encontrado en lria Flavia (hoy, Padrón), por el obispo Teodomiro, entre los años 812 y 814, reinando Alfonso n el Casto, carece del más mínimo fundamento histórico, por más que apenas nadie osara ponerla en duda durante siglos.

      El hallazgo del cadáver atribuido a Santiago resulta, así, un hecho que nace ya como un mito que se hace pasar como historia y cuyo madrugador y vigoroso arraigo se debe al efecto de comunión que suscita toda relación mítica, sobre todo si se refiere a los orígenes, a costa de manipular la verdad y la memoria. En este caso, los restos ahijados a Santiago sirvieron de estímulo tanto a la religiosidad popular como a los intereses políticos de reyes y altos eclesiásticos, por lo que la difusión de su leyenda se aseguró por vías muy diversas, entre las cuales se halla la literatura.

La primera crónica que cita la legendaria aparición del Apóstol en la batalla de Clavijo fue narrada (hacia 1243) por Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo.


Resumiendo controversias de historiadores e investigadores, un hecho parece evidente: la famosa batalla que tanta trascendencia representó para la Ruta Jacobea con la aparición del Apóstol Santiago, en su veracidad histórica pudo tener lugar en los años 852 o 860. La batalla tendría su origen en la negativa de Ramiro I de Asturias a seguir pagando tributos a los emires árabes, con especial incidencia en el tributo de las cien Doncellas. Por ello las tropas cristianas, capitaneadas por Ramiro I, irían en busca de los musulmanes, con Abderramán II al mando, pero al llegar a Nájera y Albelda se verían rodeados por un numeroso ejército árabe formado por tropas de la península y por levas provenientes de la zona que correspondería actualmente con Marruecos, teniendo los cristianos que refugiarse en el castillo de Clavijo en Monte Laturce. Las crónicas cuentan que Ramiro I tuvo un sueño en el que aparecía el Apóstol Santiago, asegurando su presencia en la batalla, seguida de la victoria. De acuerdo con aquella leyenda, al día siguiente los ejércitos de Ramiro I, animados por la presencia del Apóstol montado en un corcel blanco, vencieron a sus oponentes. Al rato de comenzar la contienda, cuando parecía ya perdida para los cristianos, surgió de repente un jinete desconocido sobre un gran caballo blanco, despidiendo resplandores y blandiendo una espada de plata con la que, en un abrir y cerrar de ojos, decapitó a 70.000 enemigos. Muchos más que todos los combatientes juntos.

 El valeroso ataque le valió para los restos el sobrenombre de Santiago el «Matamoros», convirtiéndose en símbolo del combate contra el Islam.

El día 25 de mayo en la ciudad de Calahorra el rey habría dictado el voto de Santiago, comprometiendo a todos los cristianos de la Península a peregrinar a Santiago de Compostela portando ofrendas como agradecimiento al Apóstol por su intervención e imponiendo un impuesto obligatorio a la Iglesia. No obstante, al igual que el mito, la supuesta donación de Ramiro a la Iglesia tampoco es auténtica, y fue instituida realmente en el siglo XII. El Voto de Santiago, respecto a lo material, fue un compromiso que establecía un impuesto extra a pagar a la Iglesia, cuyo beneficiario era el arzobispado de Santiago, este impuesto estuvo presente hasta el 1812, cuando las Cortes de Cádiz lo abolieron. Así vemos como se recoje en la crónicas que parte del tesoro que es la Catedral de Santiago se debe a este impuesto cuya base real es tan endeble como el humo.


«Si Compostela puede justamente gloriarse de su preeminente lugar en el culto y en el arte, no está ausente de su prosperidad el Voto del Rey don Ramiro I de Asturias en Clavijo, a causa precisamente de la Aparición del Apóstol Santiago en la memorable Batalla. En sus peores tiempos el Voto de Santiago  producía a Compostela más de dos millones de reales al año, por lo que no exageramos,  si decimos que Clavijo tiene parte, y buena parte, en esa joya del arte románico, relicario espléndido del Sepulcro del Apóstol, que es la suntuosa Catedral de Santiago de Compostela”. 


El Cabildo, tras las críticas por la retirada inicial de la estatua policromada del siglo XVIII de José Gambinode  clamando indignados por la vuelta de su Patrono a la catedral, ha resuelto el dilema con un alarde de imaginación, acorde con su talante postconciliar y jacobeo. Para contentar a los fieles, y a la vez preservar el espíritu ecuménico, conciliador y democrático que les impulsó a retirar la secular imagen del Apóstol -tan feroz y sanguinario contra el noble y pacífico ejército musulmán de Abdel-Rahman II-, ha decidido tapar con una hermosa alfombra de flores blancas las efigies de los aterrorizados sarracenos que yacen a los pies de su caballo, víctimas de la espada justiciera de un Apóstol tan preconciliar y belicista. De esta forma, a partir de ahora propios y extraños podrán contemplar la imagen renovada del Apóstol, ya transformado en Santiago Mataflores. Todo sea en aras del consenso, el diálogo de las civilizaciones y la paz universal. Amén

1 comentario:

  1. Resultado de la invasión europea a lo que era el tawantinsuyo (Imperio Incaico), en algunos pueblitos de las sierras de Perú se tiene como Patrón del pueblo a San Santiago (tambien conocido como Santiaguito), el que es adorado con mucha veneración por los indigenas. En mi caso, en mi mente de niño nunca pude encontrar como armonizar su actitud feroz de guerrero con la santidad que le atribuian mis mayores.

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