Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y
Salomé, hermano de san Juan Evangelista y, como él, discípulo de Cristo. Pues,
si su pretendida estancia como predicador de la fe en Galicia no se asienta en
pruebas escritas alguna, tampoco queda
testimonio fehaciente de que sus discípulos trasladaran su cuerpo a Hispania,
tras el martirio sufrido por orden del rey de Judea, Herodes Agripa, entre los
años 42 y 44, puesto que ambas creencias no surgen hasta la Alta Edad Media. Por tanto, la identificación de Santiago
con el cuerpo encontrado en lria Flavia (hoy, Padrón), por el obispo Teodomiro,
entre los años 812 y 814, reinando Alfonso n el Casto, carece del más mínimo
fundamento histórico, por más que apenas nadie osara ponerla en duda durante
siglos.
El hallazgo del cadáver atribuido a
Santiago resulta, así, un hecho que nace ya como un mito que se hace pasar como
historia y cuyo madrugador y vigoroso arraigo se debe al efecto de comunión que
suscita toda relación mítica, sobre todo si se refiere a los orígenes, a costa
de manipular la verdad y la memoria. En este caso, los restos ahijados a
Santiago sirvieron de estímulo tanto a la religiosidad popular como a los
intereses políticos de reyes y altos eclesiásticos, por lo que la difusión de
su leyenda se aseguró por vías muy diversas, entre las cuales se halla la
literatura.
La primera crónica
que cita la legendaria aparición del Apóstol en la batalla de Clavijo fue
narrada (hacia 1243) por Rodrigo Jiménez
de Rada, arzobispo de Toledo.
Resumiendo
controversias de historiadores e investigadores, un hecho parece evidente: la
famosa batalla que tanta trascendencia representó para la Ruta Jacobea con la
aparición del Apóstol Santiago, en su veracidad histórica pudo tener lugar en
los años 852 o 860. La batalla tendría su origen en la negativa de Ramiro I de
Asturias a seguir pagando tributos a los emires árabes, con especial incidencia
en el tributo de las cien Doncellas. Por ello las tropas cristianas,
capitaneadas por Ramiro I, irían en busca de los musulmanes, con Abderramán II
al mando, pero al llegar a Nájera y Albelda se verían rodeados por un numeroso
ejército árabe formado por tropas de la península y por levas provenientes de
la zona que correspondería actualmente con Marruecos, teniendo los cristianos
que refugiarse en el castillo de Clavijo en Monte Laturce. Las crónicas cuentan
que Ramiro I tuvo un sueño en el que aparecía el Apóstol Santiago, asegurando
su presencia en la batalla, seguida de la victoria. De acuerdo con aquella
leyenda, al día siguiente los ejércitos de Ramiro I, animados por la presencia
del Apóstol montado en un corcel blanco, vencieron a sus oponentes. Al rato de
comenzar la contienda, cuando parecía ya perdida para los cristianos, surgió de
repente un jinete desconocido sobre un gran caballo blanco, despidiendo resplandores
y blandiendo una espada de plata con la que, en un abrir y cerrar de ojos,
decapitó a 70.000 enemigos. Muchos más que todos los combatientes juntos.
El valeroso ataque le valió para los restos el
sobrenombre de Santiago el «Matamoros», convirtiéndose en símbolo del combate
contra el Islam.
El día 25 de mayo en
la ciudad de Calahorra el rey habría dictado el voto de Santiago,
comprometiendo a todos los cristianos de la Península a peregrinar a Santiago
de Compostela portando ofrendas como agradecimiento al Apóstol por su
intervención e imponiendo un impuesto obligatorio a la Iglesia. No obstante, al
igual que el mito, la supuesta donación de Ramiro a la Iglesia tampoco es
auténtica, y fue instituida realmente en el siglo XII. El Voto de Santiago,
respecto a lo material, fue un compromiso que establecía un impuesto extra a
pagar a la Iglesia, cuyo beneficiario era el arzobispado de Santiago, este
impuesto estuvo presente hasta el 1812, cuando las Cortes de Cádiz lo abolieron.
Así vemos como se recoje en la crónicas que parte del tesoro que es la Catedral
de Santiago se debe a este impuesto cuya base real es tan endeble como el humo.
«Si Compostela puede
justamente gloriarse de su preeminente lugar en el culto y en el arte, no está
ausente de su prosperidad el Voto del Rey don Ramiro I de Asturias en Clavijo,
a causa precisamente de la Aparición del Apóstol Santiago en la memorable Batalla.
En sus peores tiempos el Voto de Santiago producía a Compostela más de dos millones de
reales al año, por lo que no exageramos, si decimos que Clavijo tiene parte, y buena
parte, en esa joya del arte románico, relicario espléndido del Sepulcro del
Apóstol, que es la suntuosa Catedral de Santiago de Compostela”.
El Cabildo, tras las
críticas por la retirada inicial de la estatua policromada del siglo XVIII de
José Gambinode clamando indignados por
la vuelta de su Patrono a la catedral, ha resuelto el dilema con un alarde de
imaginación, acorde con su talante postconciliar y jacobeo. Para contentar a
los fieles, y a la vez preservar el espíritu ecuménico, conciliador y
democrático que les impulsó a retirar la secular imagen del Apóstol -tan feroz
y sanguinario contra el noble y pacífico ejército musulmán de Abdel-Rahman II-,
ha decidido tapar con una hermosa alfombra de flores blancas las efigies de los
aterrorizados sarracenos que yacen a los pies de su caballo, víctimas de la
espada justiciera de un Apóstol tan preconciliar y belicista. De esta forma, a
partir de ahora propios y extraños podrán contemplar la imagen renovada del
Apóstol, ya transformado en Santiago
Mataflores. Todo sea en aras del consenso, el diálogo de las civilizaciones
y la paz universal. Amén
Resultado de la invasión europea a lo que era el tawantinsuyo (Imperio Incaico), en algunos pueblitos de las sierras de Perú se tiene como Patrón del pueblo a San Santiago (tambien conocido como Santiaguito), el que es adorado con mucha veneración por los indigenas. En mi caso, en mi mente de niño nunca pude encontrar como armonizar su actitud feroz de guerrero con la santidad que le atribuian mis mayores.
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