Clint Eastwood, gran
aficionado al jazz, dirigió magistralmente Bird en 1988, biopic del genial
saxofonista alto Charlie Parker, apodado Bird. Si te gusta el cine y el jazz y si aún no la ha visto, podrás verla
el viernes día 3 de Noviembre, dentro de las actividades de la Semana de
Jazz, organizada por la Coctelera en colaboración con la Asociación Beber de
cine.
Se narra en la
película, que tras tocar en un club de jazz, Parker regresa a su casa,
borracho, donde inicia una discusión con su esposa Chan. Ante su lamentable
estado, Charlie Parker ingresa en un hospital, donde el director del mismo cree
que la mejor solución es tratar a Parker con electroshock; pero Chan se opone
porque piensa que ello acabará con la creatividad de su marido.
Es imposible contar
en algo más de dos horas todo lo que vivió este hombre que murió con tan sólo
34 años, pero el gran Clint Eastwood exprime lo más significativo de su vida y
legado. Charlie Parker empezó muy joven con el saxo, y gracias a su corpulencia
y a la libertad familiar que le permitieron sus padres, se metió muy rápido en
los clubs de jazz de su ciudad natal, Kansas City. Después de mentir sobre su
verdadera edad, logró un empleo como saxofonista, tras lo que siguieron las
primeras experiencias con las drogas y el primer matrimonio. A los dieciséis
años, su vida era la de un adulto. A partir de ahí, la existencia de Bird
transcurre entre el jazz, grabaciones, actuaciones, sufrimiento, ingresos
hospitalarios, dos intentos de suicidio (uno por la muerte de su hija, a la que
Parker no pudo atender médicamente), y todo regado por las drogas y el alcohol.
Ser el inventor de
un estilo musical está reservado a los genios, a los que pasan a la historia.
En la década de los cuarenta del siglo XX, cuando el swing estaba en declive,
Charlie Parker revolucionó el jazz e inventó el bebop.
El 9 de marzo de
1955, Charlie Parker se presentó en casa de la baronesa Nica de Koenigswater,
una rica, intelectual y fan del jazz. Ante el lamentable estado de Bird, llamó
al médico, que intentó hospitalizar al saxofonista, víctima de cirrosis y
úlceras de duodeno, pero Charlie se negó. Eligió morir en aquel aristocrático
piso de la Quinta Avenida. Tenía 34 años.
Su leyenda, que se
había anticipado a su muerte, cubrió
entonces la inmensidad de la noche.
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