jueves, 11 de octubre de 2018

"DESAYUNO SOBRE LA HIERBA": VERSIONES (Esto me suena)



Édouard Manet - “Le déjeuner sur l'herbe” (1863, óleo sobre lienzo, 208 x 264 cm, Museo d'Orsay, París)

El almuerzo sobre la hierba de Manet es una de las obras cumbre de la pintura europea y también una de las más polémicas. En 1863, el número de cuadros rechazados para el Salón de París fue excesivamente alto y para evitar que le llamasen carca (las obras rechazadas eran siempre las más modernas), Napoleón III ordenó que se expusieran en unas salas anexas al Salón oficial, que muy finamente llamaron “Salón de los Rechazados”. La afluencia de público superó todas las expectativas. La gente hacía cola para ver estas obras tan raras y echarse unas risas (o indignarse) a costa de ellas. Este lienzo de Manet fue el cuadro estrella de la exposición. 
  La distinción entre la obra de Giorgione y la de Tiziano continúa siendo aún uno de los problemas más complicados. Y entra todas las obras, el Concierto campestre del Louvre es el cuadro de atribución más dudoso. La radiografía de la obra muestra que el desnudo femenino de la izquierda fue cambiado de posición en la última fase pictórica, lo que situaría el cuadro en los últimos años de la vida de Giorgione.


 


En esta obra, Manet hace una reinterpretación moderna de un conocido cuadro renacentista del Louvre: “El concierto campestre” de Tiziano, una escena pastoral protagonizada por dos músicos vestidos y dos musas desnudas. Lo que hace Manet es trasladar esta escena mitológica a su propia época, pintando también a dos hombres vestidos y dos mujeres desnudas (o casi). El problema es que estas dos señoritas no son dos musas, de esas que se pasean habitualmente desnudas por el bosque, sino unas chicas normales que se han quitado la ropa para bañarse en el río. Si Manet no hubiese pintado el vestido de una de ellas en el suelo, la obra no habría suscitado tanta polémica ya que podrían haber pasado por figuras mitológicas. Pero al margen de la ropa, lo que realmente molestaba era al público el descaro con el que la mujer desnuda miraba al espectador, sin pizca de pudor o arrepentimiento.

El cuadro fue muy criticado también en lo estilístico. El fuerte contraste de todos claros y oscuros, sin apenas transición entre unos y otros (muy típico de la pintura de Manet), hacía que las figuras pareciesen planas, sin volumen. El público tampoco entendió que algunas zonas del cuadro estuviesen muy trabajadas (el magnífico bodegón de la esquina) y que otras estuviesen apenas abocetadas (el agua, el paisaje del fondo o las chaquetas de los hombres).


La mujer desnuda que mira hacia nosotros es Victorine Meurent, la modelo favorita de Manet en esa época (protagonista también de su famosa Olympia). Para las figuras masculinas posaron el hermano del pintor, Gustave Manet (derecha), y su cuñado Ferdinand Leenhoff (izquierda). La disposición de estas tres figuras la copió directamente de un grabado antiguo de Marcantonio Raimondi, que estaba inspirado en un tapiz perdido de Rafael: “El juicio de París”.
 
La chica del fondo tampoco gustó nada. Comparada con las tres figuras principales y con la barca que hay en el agua, era demasiado grande (un error de perspectiva imperdonable). Además, para muchos no pasó desapercibida la irreverencia religiosa del artista, que colocó un pajarillo volando en la parte superior del cuadro. En el arte, el único pájaro que vuela de este modo por encima de las cabezas de la gente es la paloma del Espíritu Santo, que “casualmente” aparece siempre en las escenas del bautismo de Jesucristo (en las que las figuras están sumergidas en el agua, exactamente igual que esta chica).

¿Y qué representan estos cuatro personajes? Para saberlo, tenemos que fijarnos en uno de los elementos clave de la obra, tan pequeño que suele pasar desapercibido: la rana que está junto al vestido azul de la mujer desnuda. En el argot francés de ese momento, la palabra “grenouille” (rana) hacía referencia a a las chicas del demi-monde parisino: mujeres atractivas, sin ataduras, dispuestas a pasárselo en grande, que cambiaban de amante como de chaqueta y que se tomaban a pitorreo las habladurías de la gente. Eso es precisamente lo que son estas dos chicas, un par de grenouilles que se han ido de picnic al campo con sus amantes de turno.


Gracias a este cuadro tan irreverente, Manet se convirtió de golpe y porrazo en el héroe de una nueva generación de pintores que acabarían por romper con las normas del arte tradicional: los impresionistas.
Este cuadro ha sido objeto de múltiples referencias, de artistas como Picasso y artistas más actuales también, y en comics, covers de albums, e incluso en anuncios publicitarios:
Picasso realizó veintisiete pinturas al óleo, ciento cuarenta dibujos, tres linograbados y una decena de maquetas en cartón para esculturas, en un periodo de 3 años.

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