De este óleo sobre lienzo existen cinco versiones pintadas por el mismo artista, Jacques-Louis David, entre 1801 y 1805, con motivo que el 15 de Agosto es el aniversario del nacimiento del Emperador, mostramos varias versiones del famoso cuadro, como podréis comprobar no todas ellas pintadas por J.L. David.
En el año 1800 Napoleón, que había
llegado al poder tras el golpe de estado del 18 de brumario (9 de noviembre) de
1799, decide marchar a Italia al mando de un ejército para auxiliar a las
tropas francesas que se enfrentan a los austriacos. Para sorprender a estos,
atraviesa los Alpes por el paso de San Bernardo. La victoria en Italia
consolida el poder de Napoleón en Francia y el dominio de Francia en
Europa.
El retrato ecuestre es una idealización de David. En realidad, Bonaparte cruzó los Alpes con buen tiempo y a lomos de una mula, pero el pintor nos lo muestra a lomos de un fogoso corcel, cuya crin y cuya cola ondean al viento, como la capa del jinete, que señala a las tropas el camino a seguir. Lleva uniforme de gala y espada, y con su mano izquierda sujeta las riendas del caballo, que está alzado sobre sus patas traseras, lo que transmite el mensaje de un líder que manda sobre hombres y animales. El paisaje es nevado y el cielo gris. Al fondo, cañones, lanzas, soldados y banderas.
Napoleón quiso, con este retrato, conmemorar el triunfo de las tropas imperiales de 1800 en Marengo, batalla que se libró contra el Imperio Austríaco por el dominio del suelo italiano. David ilustra e interpreta este episodio histórico identificándolo con la imagen heroica de Napoleón. El momento que capta es el paso del ejército francés a través del desfiladero alpino de San Bernardo, guiado por un victorioso Napoleón a lomos de un brioso corcel árabe, que representa la revolución, mientras él como sereno jinete, personifica la paz. El futuro Emperador de Francia quiso mitificarse al modo de los antiguos héroes clásicos, tales como Carlo Magno que cruzó el mismo desfiladero en 773 persiguiendo a los lombardos o Aníbal en 218 a.C. en su avance hacia las puertas de la mismísima Roma. Ambos nombres, escritos debajo del de “Bonaparte” en una roca del ángulo inferior izquierdo de la composición, refuerzan el simbolismo propagandístico diseñado por la maquinaria imperial. Se sabe que Napoleón cruzó este desfiladero en burro en vez de uno de sus caballos de batalla, tal como se hizo retratar, pero la gran mentira histórica reside en el mismo acontecimiento bélico de Marengo donde Napoleón fue tomado por sorpresa, algo totalmente único e inesperado, y porque fue salvado de la derrota por la oportuna llegada del general Desaix al comienzo de la tarde. Se cuenta que al llegar vio a Napoleón organizando la retirada, y tras ver la situación dijo:” Esta batalla está perdida, pero aún hay tiempo para ganar otra” y se lanzó al contraataque al frente de sus tropas. Desaix fue el verdadero vencedor de Marengo pero su muerte durante el combate le sirvió a Napoleón para manipular la gloria del general y acallar su desastre, atribuyéndose el éxito personal de la batalla. Éste es el punto en que el arte funcionaba como un instrumento de la política, alterando una realidad. De este modo, la misión de persuadir al espectador de su triunfo funcionaba, creándose una verdad conveniente para Napoleón en su camino hacia el poder unipersonal, la hegemonía francesa y la expansión del ideal revolucionario por toda Europa. Se buscaba mediante la imagen promover un ideal político, para lograr así, una hegemonía del poder.
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