La relación de la mejor narrativa
del año en castellano para los críticos del EL Cultural, recoge a siete mujeres, tres hombres. Los cuatro
primeros títulos publicados por Anagrama. Sólo dos latinoamericanos, un
argentino y una colombiana. Cinco títulos que se relacionan de forma directa y
explícita con la memoria biográfica de sus autores. De ellos, dos responden a
géneros de la memoria debatiblemente narrativos, el diario y la
correspondencia: uno es póstumo, el otro recupera textos escritos a lo largo de
años. Hay un libro de relatos. Las editoriales independientes y pequeñas asoman
la cabeza más que otras veces en las listas individuales de los críticos.
1. Farándula. Marta Sanz. Premio Herralde. Anagrama.
Farándula está estructurada a partir
de las peripecias y retratos de un grupo de actores “muy reconocibles pero no
identificables”, si bien sí cita a su admirada María Asquerino y a Angelina
Jolie, George Clooney o Matt Damon… Ese mundo recoge “dos contradicciones el amor incondicional y el odio gratuito, de
linchar o disparar a un muñeco y que se confunde con la libertad de expresión
en un contexto de esa falsa libertad tecnológica en la que creemos vivir, y la
contradicción que es que son representantes de un glamur en un oficio que ha
llegado a tener en España hasta un 90% de paro”.
2. Los diarios de Emilio Renzi.Ricardo Piglia. Anagrama.
Los diarios de Emilio Renzi, alter
ego del propio Piglia, arrancan en 1957, cuando tiene 16 años y no es escritor,
y acaban en 1967, cuando ya es un narrador célebre. Aunque quedan (¡ojalá!)
futuras entregas de los diarios, éste es, para los crítocs de EL Cultural el
segundo libro mejor del año.
3. También esto pasará Milena Busquets. Anagrama.
Cuando era niña, para ayudarla a
superar la muerte de su padre, a Blanca su madre le contó un cuento chino. Un
cuento sobre un poderoso emperador que convocó a los sabios y les pidió una
frase que sirviese para todas las situaciones posibles: «También esto pasará.»
Y la madre añadió: «El dolor y la pena pasarán, como pasan la euforia y la
felicidad.» Ahora es la madre de Blanca quien ha muerto y esta novela, que
arranca y se cierra en un cementerio, habla del dolor de la pérdida, del
desgarro de la ausencia. Pero frente a este dolor queda el recuerdo de lo
vivido y lo mucho aprendido, y cobra fuerza la reafirmación de la vida a través
del sexo, las amigas, los hijos y los hombres que han sido y son importantes
para Blanca
4. Cicatriz. Sara Mesa. Anagrama.
Dos jóvenes, Sonia y “Knut”, se
conocen en un foro literario de internet, entre ellos opera una ambigua
atracción, y comienzan a intercambiar mensajes por e-mail hasta entablar una
extraña relación amorosa virtual en la que él le envía regalos (libros, pero
también perfumes, ropa interior) y ella recibe constantes consejos, pero
también exigencias y quejas. Entre el conocimiento inicial y el desengaño
último, pasaron por la plenitud de sentimientos compartidos y por juegos
morbosos.
5. La isla del padre. Fernando Marías. Premio Biblioteca
Breve. Seix Barral.
Fernando Marías vio morir a su padre
en 2013, y entonces las preguntas que dan origen a esta novela-confesión
comenzaron a agolparse: ¿conocía él al padre? ¿Lo reconocía al mirarse en sus
propios gestos, en sus victorias y fracasos? Indagación en sí mismo, es también
una reivindicación del valor de la palabra y de la escritura.
6. Las efímeras. Pilar Adón. Galaxia Gutenberg.
A la narradora y poeta Pilar Adón le
persigue su profundo amor por la palabra y el lenguaje y de ahí que ahora en su
última novela, "Las efímeras", destile pura literatura y precisión
para hablar de las relaciones de dominación y dependencia y de las sociedades
claustrofóbicas.
En un territorio simbólico, natural,
casi primitivo, dos hermanas, Dora y Olivia, viven aisladas, juntas y solas en
una relación asfixiante de la que un día Olivia, la más joven, intenta escapar,
acercándose al inquietante Denis, otro “desterrado” a causa de una leyenda
familiar de la que no puede defenderse.
7. Los libros repentinos. Pablo Gutiérrez. Seix Barral.
Horas después de la muerte de su
marido, una caja de libros llega a casa de Reme por error. En lugar de
devolverlos, toma uno al azar y comienza a leer. Algo ocurre a partir de ese
instante: Reme se encierra en casa y los devora, siente que le hablan de
supervivencia, sexualidad contenida y frustraciones. Al salir de su encierro ya
todo le parece distinto y odioso.
Los libros repentinos habla del
poder sanador de la literatura, y de su poder perturbador.
8. Memoria por correspondencia. Emma Reyes. Libros del
Asteroide.
Es posible que este libro no hubiese
existido sin Gabriel García Márquez: él animó a su autora a proseguir la
correspondencia que le dio origen. En él, Emma Reyes recrea su desdichada niñez
mediante 23 cartas enviadas al historiador Germán Arciniegas, y lo hace con una
prosa sin voluntad de estilo, áspera y sincera, que elude la autocompasión y el
juicio moral. Aunque no hay propósito estético, cada página desprende una
helada y escabrosa belleza.
9. La habitación de Nona .Cristina Fernández Cubas.
Tusquets
Cristina Fernández Cubas ha vuelto
al género por ella preferido, el cuento. La autora nos seduce con sus relatos,
historias sólidas y considerablemente convincentes. Aunque son diversos los
personajes que aparecen en sus seis nuevos textos, suelen ser las niñas y/o las
adolescentes quienes “abren la puerta” al misterio, a aquello que se esconde, o
puede esconderse, tras la apariencia de lo normal. Es factible hablar de los
temas que aborda la autora, pero al hacerlo conviene andar con cuidado para no
dar pistas innecesarias, dado que lo central es lo que no se debe contar y
tiene que descubrir el lector.
10. El comensal. Gabriela
Ybarra. Caballo de Troya.
La gran sorpresa del año tal vez ha
sido El comensal, la primera novela de Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983), en la
que narra la muerte de su abuelo a manos de ETA y la de su madre a causa del
cáncer. Sin sensiblerías: sólo hay verdad y literatura.