En 2013 Francisco García Pérez se hizo eco en un artículo de
opinión denominado: ¿Para qué sirve un
martillo?, publicado en la Nueva España de la publicación del profesor italiano Nucio Ordine: La
utilidad de lo inútil. En el artículo, se reflexionaba sobre las
cuestiones que planteaba el libro:” La
polémica es eterna: todo el mundo sabe para qué sirve un martillo; pero ¿para
qué sirven una sinfonía de Mahler, un poema de Pessoa, un cuadro de Turner, una
novela de Proust, un drama de Shakespeare, una película de Hitchcock...? Los
martillos y sus martillazos generan beneficios contantes (y sonantes), mientras
que el cultivo de las humanidades no. Se ve y se cuantifica la utilidad del
martillo: ni se ve ni se cuantifica la utilidad de un cuarteto de Haydn. En
todo caso, la cultura sirve para pasar el rato, un mero entretenimiento: ni se
construyen puentes con ella, ni se moldea el hierro, ni se ensamblan armarios.
Por lo tanto, las ciencias, las artes y las letras son "inútiles", al
contrario del martillo, cuya "utilidad" resulta evidente. En
conclusión, si hay que recortar y hay que prescindir, métase tijera a los
llamados "productos del espíritu", tan inútiles para la producción de
bienes reflejados en caja, y conservemos los martillos”. Y sigue el artículo “Contra este modo
envilecedor de pensar (el único dios es el dinero, y los mercados, sus
profetas) escribe el profesor italiano Nuccio Ordine (1958) esa apasionada
refutación del servilismo hacia el becerro de oro que es La utilidad de lo
inútil. Aun siendo breve, el libro ofrece un muestrario suficiente de lo que se
ha dicho a lo largo de la Historia sobre el asunto.
Se apoya en los clásicos para argumentar y defender su punto de vista: que lo "inútil" es lo que precisamente nos hace humanos, de ahí que su "utilidad" debería estar fuera de toda duda, pues, ¿qué tendríamos de humanos, qué nos distinguiría de otras especies si cerrásemos y proscribiésemos bibliotecas, salas de arte y música, laboratorios: si, en definitiva, clausurásemos la memoria de lo que hemos sido para dedicar nuestras vidas a dar martillazos, a ser nada más que piezas bien engrasadas del sistema productivo capitalista? Imaginarse un mundo sin libros, cuadros, catedrales, cine, música no solo sería una pavorosa pesadilla, sino el fin de la especie humana como tal. Calvino, Ionesco, Gramsci, Lorca, Bataille... acuden en apoyo de la tesis de Ordine, quien no duda en dedicar un capítulo entero a la Universidad entendida como empresa y a sus estudiantes como clientes (amén de un jugoso tratado final a cargo de Abraham Flexner, un excelente pedagogo del XIX) y acumular ejemplos de lo que sería un desastre total, una aniquilación genocida de lo humano: la desaparición de lo que llaman "inútil" y la pervivencia exclusiva de lo que llaman "útil". Lectura, pues, altamente aconsejable, sobre todo para proveerse de armamento mental "inútil" con el que razonar contra la necedad ambiente utilitarista que nos quiere sepultar.
Su finalidad es sensibilizar a la ciudadanía de la importancia de la cultura y de lo injusto que resulta aplicarle el mismo IVA que a un artículo de lujo. En la presentación han participado el Diputado foral de Cultura Denis Itxaso y María Berasarte, miembros de la Oreja de Van Gogh, Alex Ubago, Mikel Erentxun y Ainhoa Garmendia.
Cuando le preguntan a Denis Itxaso sobre el objetivo de esta tienda situada en el centro de San Sebastián y en la que no se puede comprar nada, dice que es concienciar del valor de la cultura, de su valor como un objeto de primera necesidad. En la tienda también se puede obtener información sobre las actividades culturales organizadas durante los días venideros y la posibilidad de adquirir unos bonos culturales, con los que hacer más llevaderos esa cesta cultural que en muchas ocasiones debes desechar en favor de otros productos.
Así que si queremos hacer una buena compra, allí encontraremos unos espárragos marca La Odisea, unas patatas con palabras retorcidas de la protagonista de Yerma, un bote de tomate para aderezar los conflictos que planteó Tolstoi en Guerra y paz, los zumos sólo serán de una naranja mecánica, las verduras, las que no comía en el orfanato, Oliver Twist. Y así una larga lista de productos. Al final no habrá que pasar por caja, sólo comprender lo útil que resulta lo inútil.
A David Pérez Mencheta,
le ha dado por montar un restaurante, ahora que los quioscos albergan en las
portadas de las revistas pulardas
trufadas, pavos rellenos y esas secretas recetas que te harán sobrevivir en las
fiestas navideñas. El establecimiento patrocinado por el Centro
Dramática Nacional, nos muestra un espectáculo frenético y un texto que
merece representar, la obra del dramaturgo británico Arnol Wesker: La cocina.
En la página del Centro
Dramático Nacional encontramos el argumento “El Londres de los años 50, en plena posguerra, la cocina de un
restaurante es un hervidero “para bocetar una metáfora del mundo en que
vivimos, mezclando nacionalidades, razas y culturas diversas, y obligándoles a
colaborar y a convivir –y sobrevivir– en torno al epicentro creativo de un
restaurante de 1 000 comensales diarios, donde trabajan y se deshumanizan día a
día. Pero no es la deshumanización de los personajes lo que me interesa, sino
precisamente el latido, los sueños y los anhelos que aún habitan en ellos.
Un elenco
heterogéneo formado por veintiséis intérpretes, representando a las diecisiete
comunidades autónomas, llenará de palabras en distintas lenguas, de acentos, de
gestos, de baile, de música, y sangre, sudor y lágrimas un espacio concebido en
360 grados, en el que la imaginación, la magia, y el trabajo con los sentidos
envolverá al espectador durante poco más de dos horas.”.
Con estas palabras sintetiza el director Sergio Peris Mencheta el argumento de La cocina. 26 actores sobre el escenario, el público los rodea y
percibe la crítica a la alienación de la sociedad. La obra se podrá ver en el
Teatro Valle-Inclán hasta el 30 de diciembre
El crítico teatral Marcos Ordóñez en un artículo publicado por el
diario El País, el 7 de este mismo mes,
elogia la obra de una forma muy entusiasta. Todo le parece bien: la puesta en
escena, el texto teatral, respetado totalmente por Peris Mencheta, la
actualidad del mismo, la iluminación, el genial trabajo de los actores, etc. No
quedan entradas para ninguna función, ojalá, como pide el crítico en su artículo, se prorrogue.
Por Almudena
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