Kate Winslet cambia de década. La actriz cumple 40 años y lo hace
encarnando el verdadero women's empowerment de Hollywood: defendiendo sus curvas, huyendo de la cirugía estética y, qué
casualidad, siendo una de las intérpretes más respetadas.
Más allá de por sus
reseñables dotes interpretativas, el público y la crítica se ponen de acuerdo en reconocerle por su
autenticidad, sus oídos sordos a las críticas recibidas por su peso y su
postura contra la cirugía.
Las cifras que jalonan su carrera y su vida pueden marear: Hoy cumple los 40 años, más de treinta películas, seis veces
nominada y ganadora de un Oscar ((por su papel de Hanna Schmitz en The Reader), de dos Globos de Oro, dos Bafta, y hasta un Grammy,
dos divorcios, tres matrimonios y tres
hijos; pero a ella no parecen provocarle
el más mínimo vértigo: “Mi vida no es perfecta. Se parece mucho a la de otras
madres: no tengo cocineros en casa, y prescindo, a propósito, de beneficios que
me la harían más fácil. No quiero ser una estrella de cine. Quiero que mis
hijos vean que tener servicio es algo que está fuera de lugar”.
Aunque Kate
interpretó su primer gran papel en Criaturas celestiales, en 1994, no fue hasta
que la vimos en la proa del Titánic
junto a Leonardo DiCaprio cuando se convirtió en lo que ella niega ser: una
estrella se cine no era la típica actriz guapa y delgada, Sus curvas no le
preocupan, todo lo contrario: “Estoy muy a gusto conmigo misma. Cuando tenía 22
años miraba a otras mujeres y decía: ‘Son tan guapas... Nunca llegaré a ser
como ellas’. Y ahora, con 40 años, tres hijos y sin ninguna operación estética,
me siento muy bien”. No le importa cumplir años. Para ella soplar velas es
ganar en madurez, en experiencias, en aprender a dar a cada cosa la importancia
justa: “Según pasa el tiempo ganas derechos y uno de ellos es el de no estar obsesionada
con tu apariencia”.
Los
"problemas" de Winslet llegaron con su temprano éxito por
"Titanic" (1997), que aunque no le dio el Oscar la convirtió en
estrella de la noche a la mañana. La joven tenía apenas 21 años cuando se metió
en la piel de una dama de alta alcurnia que se enamora de un pobre don nadie.
Después de
"Titanic", podría haber realizado cualquier papel taquillero, pero se
decantó por encarnar a mujeres complicadas. Así, dio vida a la joven Ruth en
"Holy Smoke" (1999), a la novelista enferma de Alzheimer Iris Murdoch
en "Iris" (2001) o a Sylvia Llewelyn Davies en el filme sobre Peter
Pan "Finding Neverland".
Dentro de las
actrices, pertenece a la liga anti cirugía estética. "Nunca caeré. Va en
contra de mi moral, de la forma en que me educaron mis padres y de lo que
considero la belleza natural. Soy actriz, no quiero congelar la expresión de mi
cara".
Una de las anécdotas
divertidas es que guarda el Oscar en el baño, ya en su discurso de agradecimiento cuando
recogió el Oscar, Winslet explicó que de pequeña ensayaba lo que iba a decir si
algún día ganaba la estatuilla sosteniendo frente al espejo del cuarto de baño
un bote de champú. Quizás por ello, la actriz tiene el Oscar guardado en su
lavabo, aunque ella ofrece una explicación aún más peculiar. "Decidí
tenerlo ahí para que todo el mundo pudiera cogerlo y decir aquello de: quiero
darle las gracias a mi hermano y a mi padre... Además puedo saber cuando
alguien lo ha hecho porque tarda un poquito más en salir después de que suene
la cisterna, y vuelve del baño algo sonrojado".
Con 40 años puede
presumir de ser una actriz que gracias a su carácter ha podido aportar su
granito de arena en la ardua tarea de forjar un nuevo modelo de actriz en el
que no solo prima una cara y un cuerpo bonito, un nuevo modelo por el que ya
han apostado otras actrices como Meryl Streep o Emma Thomson.
En breve podremos
verla en los cines en la nueva película sobre la vida de Steve Jobs acompañado por Michael Fassbender.
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