EL PRÓXIMO JUEVES 14 DE ENERO A LAS 20:00 EN LA SALA MULTIUSOS DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA PROYECCIÓN DE "MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA"
Dirección: Woody Allen
Reparto: Colin Firth, Emma Stone, Marcia Gay Harden, Jacki Weaver,
Hamish Linklater, Eileen Atkins y Catherine McCormack
Título en V.O.: Magic in the moonlight
Nacionalidades: USA Año: 2014 Fecha de estreno: 05-12-2014
Duración: 97 min.
Género: Comedia
Guión: Woody Allen
Stanley Crawford (Colin Firth), un mago descreído y
100 por cien agnóstico, es la última esperanza para desenmascarar a Sophie
(Emma Stone), una presunta vidente que ha embrujado a los Catledge, una familia
de multimillonarios estadounidenses que viven los locos años 20 en la Costa
Azul francesa.
Con los años, Woody Allen
demuestra haber alcanzado una levedad casi insultante, una inusual capacidad
para construir historias sólo con cuatro trazos y muchos lugares comunes; tal
vez sea el síntoma de que todavía sigue divirtiéndole lo que hace. Aquí confronta,
en la mejor tradición de la comedia de enredos amorosos no muy lejana al del
tiempo que se evoca (la década de 1920), a un mago racionalista (!) con una
joven vidente, a la que tendrá que desenmascarar. Adivinó el lector: lo que le
ocurrirá a nuestro repelente, en el fondo indefenso, protagonista es que
terminará enamorado hasta las cachas... y contra todo pronóstico.
Magia a la luz de la luna
no sólo invita a recordar hasta qué punto han sido recurrentes en su
filmografía las escenas de magia o las irrupciones sobrenaturales, sino que
desvela algo importante acerca de esa insistencia temática: para Allen, lo
sobrenatural es una mentira necesaria, un placebo para paliar ese silencio de
Dios que su cine nunca ha contemplado de manera trágica. Lo sobrenatural es
sólo el espejismo que anticipa aquella fuerza de la irracionalidad que es, en
definitiva, lo único que puede convertir toda vida en algo imprevisible, único
e inolvidable: el amor
Tiene la propuesta el aire
levemente irónico que suele presidir las últimas películas de nuestro hombre;
pero también ese regusto por descolocar al espectador a base de propinarle
golpes en su capacidad de suspender la sorpresa. Y lo que queda, como en 'Midnight
in Paris' (2011), es el regusto por un mundo ya ido, pero cuyo aroma sigue
impregnando toda la peripecia, al tiempo que sirve para confirmarnos la astucia
de Allen para enjaretar una historia tras otra sin aparentes muestras de
cansancio.
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