El pasado 5 de junio se cumplían
tres décadas de la edición del álbum esencial de Bruce Springsteen: Born in the
USA. Tal vez no el mejor, pero sí el que le hizo inmensamente rico y le
transformó en icono universal del rock enérgico y masculino, el John Rambo de
la guitarra, sin por ello alejarle apenas de su esencia de cronista y poeta de
la clase obrera. Un álbum que, en su esencia, era una galería de personajes que
protagonizaban diminutas épicas americanas: del veterano de Vietnam a la
estrella deportiva del instituto, pasando por la madre coraje recién
divorciada, el amigo que se echó a perder en una noche de locura a mil
kilómetros de casa o la novia que se dio a la fuga sin mirar atrás. Un
ramillete de frágiles criaturas integradas ya en la mitología del rock. .
Con todas estas pretensiones, el disco se convirtió en una de las
obras más melódicas y comprometidas del norteamericano, pero, como
contraposición con sus demás obras, adolecía de ese lirismo de raigambre literario
perteneciente a la década de los setenta. El caso es que éste se convirtió en
una de las mayores concesiones a nivel musical, y se reveló como el disco más
vendido de la historia de Columbia y Bruce y la portada pasaron a ser un icono
más de “made in Usa”. Bruce lo era todo a la vez: un poeta, considerado, una
fuerza política y cultural y un intérprete con una fuerza demoledora. En ese
1984 recibieron todos los premios imaginables e inimaginables.
La fisonomía del Boss destacó, en un
principio, por ser enjuto y sus dientes partidos que le daban el aire de un
boxeador maltratado por el paso del tiempo y un pelo alborotado más bien propio
de quien pasa la noche buscando un refugio donde conciliar el sueño. Contrató a
un entrenador personal, cuidó su pelo, se quitó los tres anillos de la oreja de
sarraceno y pasó a cuidar la vestimenta. El cambio de Bruce se evidenciaba en
la portada del álbum, mostrando las inefables barras y estrellas de la bandera
de los Estados Unidos junto con su bien moldeado trasero.
Con Dancing in the Dark una joya pop fruto de una de las frecuentes tensiones entre Bruce y su productor. Presionado por la discográfica, la canción se concibió como un asalto al mercado por parte de su autor y una forma de relatar el complejo mundo de la música y la cantidad de obstáculos que uno ha de sortear si quiere llegar a ser alguien grande. Ni qué decir tiene que se convirtió, por antonomasia, en el gran éxito del disco junto con la homónima. Un tema que pone de manifiesto esa cantidad de piedras que nos obstan el éxito y la maldad de las personas que lo hacen; unas por envidia, pero otras para hacerte mejorar. Sin embargo, la grandeza de la canción, como sucede con el disco, estriba en que el concepto 'comercial', cuya sola formulación ya parece provocar pavor no se entiende en su puridad, es decir; vender y vender. Si uno la escucha repetidas veces, comprobará que el aporte melódico y la letra no dejan de ser una auténtica joya. En la música y en el rock en general hay, por así decirlo, recintos amurallados que siempre serán difíciles de tomar –entre ellos se encuentra este Born In The Usa: el disco que lanzó a Springsteen y le colocó, en el Panteón de los dioses de la música.
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