La narrativa
de Leonardo Padura (La Habana, 1955) es uno de los escasos ejemplos de
literatura desde dentro de la isla que ha obtenido a la vez una amplia
repercusión —en España publica con el sello Tusquets— y el reconocimiento de
los lectores y de la crítica especializada internacional de novela policíaca,
son estas, entre otras, las señas de identidad que le han llevado a ser el flamante
Premio Princesa de Asturias de las Letra 2015. Este reconocimiento ha llevado a
que la muy premiada serie protagonizada por el detective Mario Conde,
inicialmente compuesta por la tetralogía Las cuatro estaciones (Pasado
perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño) continúe con nuevos
títulos: Adiós Hemingway, La neblina del ayer, La cola de la serpiente y
Herejes. El primer título data de 1991 y el último de 2013.
Lo único que
hace, asegura, es observar la realidad cubana, mirar lo que pasa en sus calles
y le sucede a sus gentes y luego ponerlo todo en hojas de papel que más tarde
suelen convertirse en novelas. “Soy un escritor cubano, pertenezco a una
generación que ha vivido y sufrido muchas cosas, buenas y malas, y siento un
gran sentido de pertenencia hacia mi ambiente y mi gente en Cuba, así que este
premio lo considero un reconocimiento a todo ello”, dijo desde La Habana al conocer la noticia. Es
la primera vez que un escritor cubano gana este premio, por lo que para él
tiene un valor muy especial.
Padura es heredero de una larga tradición literaria y ha recogido el testigo de grandes de la literatura cubana como Guillermo Cabrera Infante y Alejo Carpentier, al que considera el maestro de la novela histórica. Pero una influencia catalizadora fue la de Vázquez Montalbán. Descubrí una literatura policiaca escrita en lengua española en un país de la periferia del centro de la novela policiaca, que estaba en el mundo anglosajón y Francia. Era una literatura de una gran calidad y con una perspectiva social muy evidente. Y fue como un catalizador que me dijo: "Este es el camino por el que puedes entrar y seguir".
A parte de la
serie de Mario Conde, el bueno como él dice para diferenciarlo del defenestrado
banquero, tiene también otros libros
soberbios, como ‘La Novela de mi vida’ (uno de los mejores, según buena parte
de la crítica), ‘El hombre que amaba a los perros’, en la que sus críticas al
estalinismo tienen como telón de fondo el asesinato de León Trotsky por el
anarquista español Ramón Mercade.”Estaba en una gira que coincidió con el
momento de transición entre Fidel y Raúl, y todo el mundo me preguntaba quién
iba a mandar. Entonces me leí una entrevista que le hacían a Paul Auster en una
revista, y vi que le preguntaban por literatura, cine y béisbol, y me dije:
"Coño, qué felicidad ser Paul Auster, que está hablando de las cosas que a
mí me gusta hablar y nadie le pregunta por su Gobierno"
Padura, crea
un personaje cuya esencial decencia
permite narrar la evolución de Cuba desde los entusiasmos de los años sesenta
hasta la decepción y desideologización del presente. Padura señala también que
el detective Conde representa a la generación que, como él mismo, solo ha
conocido el Gobierno de Fidel Castro y ha experimentado en su trayectoria vital
la decepción y el desengaño al descubrir que el glorioso y próspero mañana
prometido, al que debían sacrificar su esfuerzo cotidiano, no se materializaba.
Leonardo no es el primer escritor que ha mostrado a los cubanos la magnitud del
desastre. Pero sí es uno de los que, con más énfasis, ha intentado
reconciliarlos con su derrota. Por ello,
el objeto de las investigaciones del detective Conde no son los delincuentes de
poca monta, sino los crímenes y delitos que incumben a las altas esferas del
régimen cuando aprovechan las brechas del sistema para enriquecerse. Esta
decisión del autor permite mostrar el peso que tiene en el presente cubano la
historia previa, con el régimen de Batista y las grandes fortunas huidas a
Miami, la cultura de los casinos y la nostalgia de sus estrellas musicales o de
cabaré, los cambios de la política oficial en cuanto a la consideración de los
homosexuales, la censura, la vigilancia cotidiana omnipresente, el castigo de la
disidencia, la corrupción a pequeña y gran escala que explicaría —además del
embargo impuesto por Estados Unidos y el derrumbe de la Unión Soviética— la
precaria economía de la isla.
Mario Conde
resuelve sus casos estudiando antecedentes, pistas, sospechosos, mediante
premoniciones, iluminaciones y certezas, analizando datos estadísticos, huellas
e intentando evitar algo tan engañoso y equívoco como los prejuicios. Sus
triunfos se basan a partes iguales en la investigación rutinaria y en el
conocimiento de la gente. Pese a que su trabajo le condiciona a percibir sólo
el lado oscuro de la vida, se mantiene en su puesto porque no le gusta que los
hijos de puta se salgan con la suya impunemente. Aunque algunos compañeros le
consideran el loco de la comisaría, es apreciado como uno de los mejores
investigadores del cuerpo. Le veremos investigar la desaparición de un
empresario afín al régimen, el asesinato de una profesora, la muerte de un
travesti...
El jurado
del premio, anunciado ayer, considera que la obra de Leonardo Padura constituye
"una soberbia aventura del diálogo y la libertad". El éxito de un
escritor cubano en su país se mide por el precio alcanzado por sus obras en el
mercado negro. Padura está satisfecho. Los libros de Conde llegaron a canjearse
por dos latas de leche condensada en los momentos más duros del Periodo
Especial.
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