Todo
aquello que huele a británico acostumbra a no triunfar en la taquilla
americana, salvo honrosas excepciones, y éstas suelen venir de la mano del ocurrente y melindroso Richard Curtis (Wellington, Nueva Zelanda,
1958), uno de los pocos guionistas en activo capaces de apaciguar la sorna del
cinéfilo hacia la cultura popular. El autor del guion de Notting Hill nos
invita a dejar la reticencia y el sarcasmo a un lado para que, simplemente, nos
deleitemos con su interpretación del amor, o mejor habría que decir “de los
amores sin complejos.
El reconocible sello cómico de este británico de adopción comenzó a fraguarse en los desquiciados años de Spitting Image, los guiñoles de canal + british que convertían a la celebridades de los ochenta en delirantes monstruos, caricaturas vivas de Tina Turner y Margaret Thatcher. Aquel descaro le valió el fichaje para el serial de Mr. Bean, el entrañable huraño que representó como pocos al funcionariado inglés, pero fue el boom de Cuatro bodas y un funeral (modesta comedia sleeper que se convirtió en uno de los títulos clave de la comedia romántica de los noventa). Sleeper es un término que se aplican a aquellas películas que no parecen gran cosa. Películas cuyos argumentos y repartos no son nada del otro mundo pero que una vez llegan a las pantallas, lo que se preveía como una corta vida en los cines, se convierte en una permanencia obstinada en las salas. Son películas pequeñas que dan la campana, que recaudan millones. Películas cuyas pequeñas campañas promocionales se ven compensadas por el efectivo boca a boca de los espectadores, quizás los Apellidos vascos de Martínez Lázaro sepan mucho de esto
Tal vez unos de sus éxitos añadidos estén en las BSO. Los ingredientes como ya demostrara en Cuatro bodas y un funeral, con Love is all around (que Billy Mack reinterpreta en Love Actually) es añadir un tema musical estrella dentro de la película, la fórmula Curtis de nuevo funciona, aunque no sorprenda en absoluto recientemente en “Una cuestión de tiempo” repite los ingredientes que ya le habían ayudado a dirigir “Love actually” y a escribir el guión de “Notting Hill”
Solo
hay algo mejor que una historia de amor: ocho: Love Actually (2003), la última gran comedia romántica alejada de la
ironía, escrita y dirigida por Richard Curtis. Taquillazo de autor. Un Vidas
cruzadas del amor. Romance coral en navidad, ocho romances al precio de uno, y
otro clásico en el haber del guionista. Divertidísima y gozosamente empalagosa.
Un imperfecto placer culpable rebosante de encanto. Desde esa navidad, todos
los carteles de todas las comedias románticas de navidad llevaron un lazo rojo
en su póster. Y es que a nadie le amarga un dulce, ni el regalo de poder dejar
a un lado el esnobismo cultural para abandonarse a los más bajos instintos
emocionales.
Curtis responde a la preguntas: ¿de verdad no existe nada peor que la agonía total de estar enamorado [la frase con la que un niño le explica a su padre que está sufriendo por amor y no por la muerte de su madre en Love actually]? "Me recuerdo realmente mal, en un especie de locura, que te acompaña desde que te levantas hasta que te duermes cuando eres infeliz por el amor no correspondido. Sufres un dolor físico, estás devastado. Sí, es difícil estar peor".
Y para terminar con los clásicos nada mejor que ALL YOO NEED IS LOVE...
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