NOTAS DEL AUTOR SOBRE LA COMEDIA Y LOS PERSONAJES
Como
El zoo de cristal es una «comedia de recuerdos», se la puede representar con
una insólita liberación de todo convencionalismo. Dado su material, muy
delicado o tenue, las pinceladas de ambiente y las sutilezas de dirección desempeñan
un papel particularmente importante. El expresionismo y todas las demás
técnicas no convencionales del teatro tienen un solo objeto válido, y es un
mayor acercamiento a la verdad. Cuando una pieza emplea técnicas no
convencionales, no trata —o, ciertamente, no debiera tratar— de eludir su
responsabilidad de habérselas con la realidad o de interpretar la experiencia; pretende
o debe pretender al menos hallar un ángulo de enfoque más próximo, una
expresión más penetrante y vívida de las cosas tales como son, o por lo menos
intentarlo.
Amanda
Wingfield (la madre): Una mujer de gran pero azorada vitalidad, que se aferra frenéticamente
a otro tiempo y lugar. Su caracterización debe ser creada con sumo cuidado, no copiada
del tipo. No es una paranoica, pero su vida es una paranoia. En Amanda hay
mucho de admirable, y tantas cosas dignas de amor y piedad como de risa.
Ciertamente, tiene capacidad para soportar sufrimientos y una especie de
heroísmo, y aunque su estupidez suele hacerla inconscientemente cruel, en su
frágil persona hay ternura.
Laura
Wingfield (su hija): Amanda, después de haber fracasado en su intento de entrar en contacto
con la realidad, sigue viviendo esencialmente en sus ilusiones, pero la
situación de Laura es más grave aún. Una enfermedad de la infancia la ha dejado
tullida, ya que una de sus piernas es más corta que la otra y le ayuda un
aparato. Basta con sugerir este defecto en escena. El retraimiento de Laura,
nacido de esta circunstancia, se ha acrecentado hasta convertirla en una pieza
de su propia colección de vidrio, demasiado exquisitamente frágil para moverla
del estante.
Tom
Wingfield (su hijo): El narrador de la pieza. Un poeta que trabaja en una zapatería.
Su temperamento carece de crueldad, pero para escapar de una trampa debe obrar
sin compasión.
Jim O’Connor (el
candidato): Un joven convencionalmente guapo.
T. W.
En
una callejuela de Saint Louis, Missouri, durante el período de entreguerras, nos
encontramos con los cuatro personajes a los que Tennessee Williams da vida en
el “Zoo de Cristal”, obra teatral del realismo norteamericano, estrenada en
Nueva York en marzo de 1945. A través del monólogo inicial de Tom, el autor se
las ingenia para presentar en pocas palabras al reparto de la obra: “Yo soy el narrador de la comedia y también
uno de los personajes. Los otros son mi madre Amanda, mi hermana Laura y un
candidato matrimonial que aparece en las escenas finales. Éste es el personaje
más realista de la pieza, por ser el emisario de un mundo del cual, en cierto
modo, estábamos separados.”
El
“Zoo de Cristal” es una pieza teatral escrita por Tennessee Williams en 1945. Ambientada
en un Estados Unidos sacudido por la Gran Depresión, muestra la historia de una
familia de clase media baja –los Wingfield- que naufraga en medio de su disfuncionalidades, arrastrada por una marea
de nostalgia y expectativas truncadas.
Las
condiciones sociales, económicas y políticas de la época, penetran en el seno
de la familia precipitando el conflicto que años atrás podía ocultarse debajo
de la alfombra. “El Zoo de Cristal”, a pesar de su sustrato ficticio, es una
obra realista que habilita diversas lecturas de una parte de sociedad
norteamericana de los años ’30.
Francisco Vidal dirige esta
nueva versión de El Zoo de Cristal, como
ya hiciera José María Pou, y es Silvia
Marsó la elegida para interpretar a
Amanda, dice sobre su personaje: "Aunque Amanda es una madre en mitad de
la década de los 30, tiene energía como dos veces yo. Una sureña que es un
tanque que sale por su propio pie de un bombardeo. Y eso era un problema,
porque no podía hacer composición física del personaje". La
caracterización y leves movimientos lo solventaron: alguna cana, la cara lavada
con leves rictus, y algún gesto que deja entrever la edad. Eso, y la propia
intensidad del personaje hicieron el resto: "Amanda me agota
psicológicamente. Mucho. Es cien mujeres en una. Pasa de un estado emocional a
otro en segundos".
La
capacidad de supervivencia de Amanda se traslada a 2014, y ella son todas las
madres del mundo: la acaparadora, la
tierna y la neurótica, la protectora y la autoritaria, la obsesiva, la
arrepentida y posesiva, la culpable, la ilusionada, la combatiente y la feliz.
"La esperanzada", apunta Marsó, radiante, "Amanda quiere que
sus hijos triunfen porque ella fracasó". Había crecido en una familia
rica, se casó con el hombre equivocado. Un trabajador de la compañía telefónica
que los abandonó. Pero fue a quien eligió, al que amó.
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