. Pero ya antes, a finales del siglo XIX, esta fecha era conmemorada por un incipiente nacionalismo político catalán que le daba una lectura alejada de la realidad histórica, utilizándola para justificar su proyecto político. Así, de lo histórico pasaron a lo místico, y de la realidad a la ficción. Una de sus liturgias rituales fue realizar una ofrenda floral conmemorativa al conseller en cap Rafael Casanova, presentándolo como mártir de la caída de Barcelona cuando en realidad había muerto veintinueve años más tarde (en 1743) en su domicilio en Sant Boi tras recibir el perdón real. Esta manipulación la historia se ha prolongado hasta nuestros días convirtiéndose en una descarada mentira al servicio de la “construcción nacional”.
En su testamento, Carlos II entregaba los derechos de la Corona española a Felipe V, un Borbón nieto de Luis XIV rey de Francia. Muchos estados europeos se aliaron en contra de la dinastía borbónica: Austria, Inglaterra, Holanda, Saboya, Portugal y Prusia.
La Guerra de Sucesión fue una gran guerra internacional que terminó en territorio español. Fue una guerra entre partidarios borbónicos contra aliados austracistas
En ambos ejércitos hubo españoles de todas las provincias. En el ejército “maulet” (maulet, ejército austracista y botifler, ejército borbónico) lucharon gallegos, castellanos, valencianos, aragoneses, andaluces, catalanes y también muchos extranjeros. Destacad por su honor y lealtad el “Tercio de Castellanos”, que el 11 de septiembre de 1714 se entregó con decisión a la causa de la defensa de Barcelona hasta el final de la batalla o el mismo general Villarroel, que antes había servido en el ejercito borbónico.
Antes del asedio y bombardeo del 11 de septiembre de 1714, Barcelona ya había sufrido tres sitios y bombardeos feroces por tropas austracistas. Barcelona fue una plaza borbónica hasta 1705 y en 1704 los aliados austracistas pusieron cerco a la ciudad bombardeándola previamente al asalto final.
Tampoco puede ser presentada la resistencia de Barcelona como una lucha nacionalista catalana contra el centralismo e imperialismo castellano; olvidando que la causa proclamada por Rafael de Casanova, a la cabeza de la burguesía catalana, no eran las del pueblo catalán sino la de una minoría que controlaban las instituciones de Barcelona y que en 1704 se afiliaron al bando aliado con intención de tener poder de decisión en una España gobernada por Carlos de Habsburgo.
La resistencia de Barcelona tampoco puede ser considerada heroica y popular. La verdad es que los políticos de la Generalidad, la nobleza, el clero, no mostraron ningún interés en seguir cercados por las tropas de Felipe V.
CASANOVA, CONSELLER EN CAP DE LA GENERALITA CON LA BANDERA DE SANTA EULALIA. |
Rafael Casanova no tuvo un comportamiento heroico ni tampoco fue un mártir que muriera resistiendo a las tropas de Felipe V. El conseller en cap, cuya muerte heroica en defensa de Cataluña se ha exaltado tantas veces desde la mitología, realmente no murió entregando su vida a la defensa de las instituciones catalanas.
Avisado por Villarroel de las dificultades para resistir, se presentó en la muralla de la ciudad con el estandarte de santa Eulalia, venerada por los barceloneses, para dar ánimos a los defensores con aquel bando nítido y lleno de patriotismo español:
Después de recibir un balazo en el muslo fue trasladado al colegio de la Merced donde fue atendido con pronóstico reservado. Tras caer Barcelona en manos de las tropas de Felipe V, quemó los archivos, falsificó el certificado de su defunción y delegó la rendición en otro consejero. Tan sólo dos días más tarde de ser herido, logró escapar disfrazado de fraile del cerco de Barcelona y refugiarse en casa de su hijastro en Sant Boi de Llobregat.
Casanova en 1719 fue amnistiado por Felipe V, a quien juró acatamiento (el pragmatismo) volviendo a ejercer como abogado hasta retirarse en 1737. Murió en Sant Boi de Llobregat en el año 1743 a la edad de 83 años, un mártir realmente longevo.
Victus, Barcelona 1714.
VICTUS es
una novela histórica que nos narra la guerra de Sucesión española, un conflicto
que puede considerarse como la primera de las contiendas mundiales y que
termina el 11 de septiembre de 1714 con el apocalíptico asalto a Barcelona.
También es la tragedia de Martí Zuviría un joven barcelonés, alumno aventajado
del marqués de Vauban, que se convierte en un genio de la ingeniería militar.
VICTUS es un derroche de información y rigor histórico al servicio de un relato ágil, potente y desenfadado, con una dicción rabiosamente contemporánea que nos lleva de Francia a Barcelona pasando por Madrid, toledo, tortosa o las batallas de Brihuega y Almansa. Y es también una obra sobre la Barcelona irreductible de 1714, que sufrió un asedio desigual de trece meses y el bombardeo de más de treinta mil proyectiles. VICTUS cuestiona las versiones oficiales de ambos bandos y cede la palabra a los auténticos protagonistas de la historia, desde la figura inmensa de Villarroel, el general que defendió la capital catalana con lágrimas en los ojos, hasta los civiles y soldados anónimos de todas las naciones que lucharon a un lado y otro de las murallas. Pero ante todo VICTUS es un festín literario de primer orden que se devora del modo en que siempre se han devorado las grandes obras, como lo demuestra el que antes de su aparición ya se hayan vendido los derechos al ruso, el alemán, el holandés y el francés.
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