Han pasado 25 años
desde que viéramos por primera vez en España derrumbarse el cine que marcó la
juventud de Salvatore, el niño Totó que desde la cabina de proyección aprendía
de Alfredo aquellos trucos de magia que llevaban a la pantalla la imagen en
movimiento. Para celebrar esta efeméride, la obra maestra de Giuseppe
Tornatore, Cinema Paradiso, vuelve a la gran pantalla en una edición
digital remasterizada. Durante una semana se
ha proyectado la película en 100 salas de España como un homenaje a los viejos
cines, sus taquilleras, acomodadores y demás operarios que todos los
aficionados al cine, con una cierta edad, llevamos en el corazón.
Laureada con un
Oscar a la mejor película de habla no inglesa y un Globo de Oro a la mejor
película extranjera, entre otros premios, la declaración de amor incondicional
al cine en la que se convirtió Cinema Paradiso tras su estreno en 1988
cuenta la historia de un niño que descubre con curiosidad e inocencia los
secretos que se esconden detrás del cinematógrafo. El pequeño Totó convive con
los habitantes de un pueblo de la Italia de posguerra que escapan de su mísera
rutina acudiendo al cine en el que trabaja Alfredo, el operador, que se
convertirá en su mejor amigo y le enseñará que la verdadera magia que hace
moverse las imágenes sobre la pantalla brota de los entresijos de la cabina de
proyección. Al son de la música de Ennio Morricone, Totó crece hasta
convertirse en el joven Salvatore, que acaba por abandonar un pueblo que se ha
convertido en una jaula demasiado pequeña para sus ambiciones y al que solo regresará
años después, tras la muerte de Alfredo, desoyendo el consejo del operador del
cine que en su momento le advirtió que no debía ceder jamás a la nostalgia. A
su vuelta descubre que el cine que marcó su niñez está a punto de ser derribado
para construir sobre él un aparcamiento.
Salvatore
regresa al pueblo para el entierro de Alfredo y recibe su “herencia” la
liberación del carrete de 123 minutos, observa y descubre que se trata de un
montaje muy especial. Es de todas las escenas de besos que el sacerdote ordenó
que se corte de las bobinas. Alfredo ha empalmado todas las secuencias entre sí
para formar una sola película. Escena homenaje al cine de siempre y nos hace ver que nunca aprenderemos a besar como ellos, para eso son las estrellas de este arte llamado CINE
La industria del cine ha experimentado grandes cambios en las últimas décadas y poco tiene ya que ver con el mágico mundo que descubrió Totó en la cabina de proyección. Justo cuando se cumplen 25 años de la llegada a España de la película más recordada de Giuseppe Tornatore y la industria del cine vive horas bajas, una revisión de esta oda al cine se torna la oportunidad perfecta para recordar por qué el séptimo arte nos sigue emocionando, sea cual sea su formato.
EN EL CINE APOLO DE CEUTA NO HABIA LEÓNES, SOLO LA ESTATUA DEL DIOS PROTECTOR DE LAS ARTES.
Aquellos cines sí que eran auténticos
palacios de la fantasía y el arte, todos recordamos con nostalgia aquella
primera vez que nos introducimos en un
nuevo mundo, de la mano de nuestros padres, y como la oscuridad de la sala, ya
nos atrapó para el resto de nuestros días. Quizás los cines no tuvieran sonido
Dolby, ni las proyecciones fueran digitales y en 3D, pero si tenían un encanto
que carecen las actuales y las asépticas
multisalas, al igual que Salvatore, llevamos en el corazón el derribo y abandono
de nuestro cine, aquel que o en las tardes de los sábados, o en las sesiones de
la matiné dominical nos ayudaron a ir construyendo nuestra cultura cinematografía.
TEATRO APOLO
CINES AVENIDA,donde hasta hace poco se encontraba la UNED, ASTORIA, (Mercado de Hadu ) y TERRAMAR convertido en un superchino
Terraza del cine de verano El Cortijo, los aramos a dama de noche y jazmín y el sonido de las pipas persisten en la memoria, así como el descanso obligado a mitad de la película para cambiar los rollos del proyector
Sirva como muestras las antiguas salas que existieron en Ceuta, desde el maravilloso Teatro Apolo (donde fue la primera vez que recuerde haber pisado un cine), hasta el recordado y malogrado Cine África y Teatro Cervantes, o los cines del campo exterior Avenida, Astoria y Terramar.
Para un electricista del Teatro Cervantes que se llamaba Francisco Santisteban y que nunca llegue a conocer...
Muy interesante, me gustó mucho leerlo.
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