Lo mejor del cine español en el 2014.
El eclipse industrial
que ha generado el fenómeno Ocho apellidos
vascos, lograron convertir en una obligatoriedad social el ir al cine, puede que nos impida
ve otras importantes conquistas del cine español en este 2014.Conquistas, en todo
caso, vinculadas al hecho artístico y no al industrial. Pues a pesar de los estancamientos
legislativos, de un marco de producción que invita a la precariedad, de un tablero
de juego administrativo que desprecia bastante el cine español, lo cierto es que
la creatividad de los cineastas no ha cesado, generando propuestas bien estimulantes.
Sin ir más lejos, de entre las seleccionadas por los críticos, La isla mínima–más de un millón de espectadores–
ha colocado el thriller autóctono en un nuevo umbral de calidad, compartido con
El niño de Daniel Monzón. Acaso los críticos
celebran que tanto Magical Girl como
en gran medida 10.000 kilómetros, propongan
a su modo nuevos puntos de vista sobre el relato y la puesta en escena. Las coproducciones
y los proyectos de colaboración de TVE española sigue funcionado como es el
caso de los Relatos Salvajes, coproducidos
por los Almodovar.
Esta lista ha sido elaborada por los críticos de TVE del programa Días de Cine.
5º EL NIÑO de Daniel Monzón.
El crítico
de la revita Fotogramas Joan Pons dice: 'El Niño', , es un film de complexión atlética, talante observador y
gesto cabreado. O dicho de otra manera: la película atesora la robustez y
agilidad del mejor cine de acción (aunque sin caer en la vigorexia), pone suma
atención en los detalles de la realidad (maneras de vestir, hablar, comportarse
) y frunce el ceño ante la podredumbre de un sistema
que obliga a todos sus personajes a desear y buscarse una vida distinta a la
que llevan. 'El Niño' es una película pensada para competir. Le puede plantar cara a cualquier blockbuster
sin necesidad de replicar la fórmula USA o abaratar su narrativa, estética o
contenidos: la espectacularidad no está reñida con el verismo. Las
persecuciones entre fuerabordas cargados de estupefacientes y helicópteros
aduaneros en el Estrecho de Gibraltar quizá carezcan de glamour hollywoodense,
pero su voluntad realista delata que el film ni pretende ser el 'Corrupción en
Miami' (2006) de Michael Mann, por poner un ejemplo de thriller fronterizo
reciente en aguas internacionales, ni lo necesita.
Sus ambiciones van por otro lado.
Estamos ante un film noir panorámico y moderno. Combinando con astucia acción,
drama, comedia y mucho del espíritu denunciador del género negro, deviene un
ejercicio de equilibrismo entre el artificio cinematográfico apto para la
evasión y la historia verosímil arrancada de la página de sucesos. Y así es
como el cine logra convertirse en el relato de su tiempo.
4º Magical Girl de Carlos Vermont.
Ver 'Magical
Girl' es armar un puzzle sin tener ni la más remota referencia previa de que
imagen va a devolverte tras encajar la última pieza. Desdramatizado hasta
extremos desgarradores, el segundo largo de
Vermut
descompone el relato y sus significados a partir de una dosificación de la
información muy artera: cuesta identificar de qué va cada secuencia hasta que
esta no termina. La obra, pues, va construyendo su sentido al mismo tiempo que
el espectador. Y entonces, como un explosivo de efecto retardado, estalla en
sugerencias, ideas y correspondencias.
Algunos de
los puentes de 'Magical Girl' los tiende el propio cineasta (el manga, los
enemigos del alma que llevan a desobedecer a Dios…), pero otros están abiertos
a la participación activa del público. Acaso este director nunca haya escuchado
'The Desperate Things You Made Me Do', de The Magnetic Fields, pero, como en
esta canción, los protagonistas toman decisiones extremas a partir de impulsos
puramente emocionales, casi desde la enajenación: a un personaje le pierde el
amor paterno, a otro el carnal y a la tercera, un retorcido sentido de la
fidelidad conyugal.
La pelicula narra como se
deshilacha una conexión cuando la proximidad del hábito cotidiano, la
convivencia, se transforma en distancia, recelo, y finalmente, aturdimiento y
extrañeza. A Alex (Natalia Tena) le
ofrecen una beca en Los Ángeles, y la fusión que parece sentir con el otro
cuerpo, el de Sergi (David Verdaguer) empieza a resentirse. Las expresiones
empiezan a sentir el paso cambiado. Los proyectos, los planes, se trastocan. Es
una pausa, un año de separación, un año de distancia, que no debería implicar
alejamiento, ni cancelación de un proyecto de vida conjunta. Si hay firmeza en
el vínculo, no se tienen que temer los fuera de campos, lo que el otro u otra
hará cuando no esté visible, en la distancia, como si se temiera que fuera más
vulnerable a descentrar su mirada, a dispersarla, en otros focos, en otros
cuerpos. El vínculo es una pantalla, y cuando esta se apaga, desaparece aquel
cuerpo. Tras meses sin verse, su acto sexual más bien
parece el de dos organismos en colisión, cuerpos que intentaran recuperar aquella
conexión en la que parecían fusionados. Pero ahora parecen fundidos. Como si se
hubiera saltado la luz porque se han fundido los plomos. La distancia parece
haberles convertido en extraños en el espacio sideral, y la nave no parece
visible en la distancia.
2º RELATOS SALVAJES dirigida porDamián Szifrón .
Los resortes
de la violencia.
¿Por qué
tanto éxito? Porque la película es un perturbador espejo de nuestra sociedad
actual, caracterizada por el sin límites.
Son 6
cuentos que tienen como denominador común la violencia en sus diversos matices.
Nos muestra que hay distintos tipos de violencia, Hay una manifiesta, pero hay
otras formas, contenidas, escondidas, en el cinismo, la hipocresía moral, la
degradación, que hacen de detonante provocador del estallido. Entonces, de ¿qué
violencia se trata? Es la pregunta que Szifrón pone en boca de Darín, cuando
pregunta de forma intempestiva: ¿Dónde está la violencia? y nos hace
preguntarnos por qué sería más violento detonar un edificio que la constante
humillación de ser objeto de un sistema burocrático que no escucha razones. ¿El
ser objeto de un sistema perverso, no es acaso una forma de violencia?
El film
atrae porque funciona como los cuentos infantiles, que en la exageración de la
crueldad de sus personajes, permite dar forma a los fantasmas primitivos-
Los
protagonistas son seres comunes, las escenas, cotidianas. Verlos e
identificarnos con algunos de ellos, puede ser tranquilizador e inquietante a
la vez.
Poco a poco,
con paciencia de monje trapense, el realizador andaluz Alberto Rodríguez está
construyendo, como quien no quiere la cosa, tal vez la más coherente de las
carreras en el cine criminal que haya visto el reciente cine español. En esta,
sin duda alguna, su película más redonda, por qué no, su primera obra maestra,
logra además algo que ya se intuía en la anterior 'Grupo 7' (2012): la
capacidad de nuestro hombre, y de su guionista, el imprescindible Rafael Cobos,
para reconstruir con extremo rigor el referente histórico más o menos reciente.
Aquí, una exposición del impactante fotógrafo sevillano Atín Aya le sirve de inspiración
para armar un rompecabezas fascinante, se mire por donde se mire: la resolución
de un doble crimen en las marismas del Guadalquivir, en el año de gracia de
1980; un escenario sencillamente primoroso, un asesinato repugnante.
La
incertidumbre, el horror sin nombre, la vida muelle de señoritos aburridos que
se pasan de la raya, pero también la pasividad de las clases subalternas, los
sueños de adolescentes que se mueren de aburrimiento y aspiran a un mundo de
confort, el día a día de ir trampeando para seguir viviendo, son los elementos
del puzzle. Y el resultado ya quedó dicho: una gran, inmensa película. Pegada a
la realidad pero al mismo tiempo, inteligente pasatiempo. Denunciatoria pero
sutil, y sin resultar machacona: el director respeta a su espectador, en un
tour de force del que este siempre sale recompensado, pero con inteligencia.
¿Qué más se puede pedir?
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