La celebración impulsada por un escritor y editor
valenciano en la dictadura de Primo de Rivera se extendió a todo el mundo para
conmemorar la muerte de los dos escritores más grandes de la historia… que
jamás fallecieron el 23 de abril
El «Día del Libro»
partió del escritor y editor valenciano,
Vicente Clavel, Clavel tuvo claro que la fecha tendría que ver
irremediablemente con la vida del autor de «Don Quijote». Así que se decidió
por el día de su nacimiento, que situó de una manera aproximada en el 7 de
octubre. Por Real Decreto de Alfonso XIII en 1926, nacía la
«Fiesta del Libro Español», en plena dictadura de Primo de Rivera. «Había que dedicar este día a enaltecer y
difundir el libro, básicamente con el aliciente de su venta en la calle, con el
descuento del 10%, y ofreciendo protección oficial y económica a la creación de
bibliotecas populares»,
La fiesta del libro se celebró durante cuatro años el 7 de octubre,
hasta que en 1930 surgió la polémica de si no sería mejor cambiar la fiesta a
la fecha de su muerte, que si estaba, supuestamente, comprobada
documentalmente. Y además, todo el mundo consideró que el mes de abril era más indicado para celebrar actos en la calle, con
mejor tiempo.
Pero la popularidad en España le llegaría a este día de la mano de Sant Jordi, patrón de Cataluña. El día
23 de abril es típico el regalar una rosa a todas las mujeres, y desde 1930
gracias a Clavel, también lo es, regalar un libro a los hombres.
Desde entonces, la fecha no sólo no ha cambiado, sino que se ha
extendido a todos los rincones del planeta, después de que en 1995 la UNESCO instaurara oficialmente
el «Día Mundial del Libro y el Derecho
de Autor», aprovechando que se creía que la muerte del insigne escritor
español coincidía con la del gran autor de «Hamlet» y «Otelo».
No había mejor día que la muerte de los dos escritores más grandes
de la literatura universal para celebrar el día del libro… si obviamos el
«insignificante» dato de que ninguno de los dos falleció realmente el 23 de
abril de 1616.
A día de hoy, los expertos coinciden en que Cervantes murió, en realidad, en la noche del viernes 22 de abril,
en la más absoluta pobreza a causa de su diabetes. Todo el mundo creyó que fue
el 23 por ser el día en que fue enterrado, tal y como figura en su sepultura,
que pasó a ser el único documento que trascendió de su óbito.
Con respecto a la muerte de Shakespeare, la confusión es algo más
complicada, pues tiene que ver con los calendarios
juliano y gregoriano. Es cierto que el inglés falleció, efectivamente, un
23 de abril, pero del calendario juliano, es decir, el anterior a la reforma
llevada a cabo en 1582 por una comisión científica y pontificia dirigida por
Gregorio XIII, que adelantó 10 días todas las fechas para corregir los errores
del calendario juliano.
Como suele ocurrir, Inglaterra no secundó esta reforma hasta muchos años después, en 1752, mientras que España, Italia y Portugal se adaptaron de inmediato al nuevo calendario. Esto quiere decir que aunque pudiera ser cierto que Cervantes muriera el 23 de abril de 1616, tal y como indica su sepultura, lo cierto es que Shakespeare falleció el 23 de abril de 1616, pero según el calendario juliano, lo que supone que, en realidad, feneció el 3 de mayo del mismo año.
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