En el grupo
de Facebook “Eres de Ceuta si…” Vicente Jiménez publica este artículo en el
cual hace referencia a dos ilustres
ceutíes que siempre estarán con nosotros en la memoria: D. Juan Díaz y
Cristóbal Aguilar
FABULILLA DEL HUMO de Juan Díaz Fernández (1925-1996)
(Artículo perteneciente a la selección “Torre del Faro”, publicada en
1992)
En Ceuta tenemos la vieja costumbre de fijarnos en el
humo de los barcos para saber qué viento hace. Cuando el humo cae hacia el
monte Hacho decimos que sopla el Poniente, y el Levante si cae hacia el Yebel
Musa. En ocasiones, la columna de humo asciende perezosa, débilmente bamboleada
por alguna traviesa brisilla sin definir; en otras, cuando ni siquiera esa
brisa aparece, el humo sube erecto, vertical, como el mástil de un velero.
Una tarde me hallaba yo en una antigua ferretería del
Paseo de las Palmeras a donde acudía a hacer tertulia de rebotica con los hermanos
Antonio y Cristóbal Aguilar, sus propietarios y amigos míos desde siempre. De
pronto, uno de ellos me hizo observar el humo que salía de la chimenea de un
barco petrolero que estaba atracado en el muelle de la Puntilla: aquella
columna de humo se inclinaba tan pronto hacia la izquierda de donde la
mirábamos, o sea, hacia Poniente, como hacia la derecha, o sea, hacia Levante.
¡Extraño capricho del viento!, se me ocurrió decir. Y Cristóbal Aguilar, que
viene ya de vuelta en lo de ser sibilino y enigmático, me instó a que dedujera
una moraleja de aquello que no pasaba de ser más que una simple cuestión
atmosférica. Yo me quedé un instante pensando qué podría decir. “¡Ya está!” -
exclamé dándome con la mano en la frente, como debió de hacerlo Arquímedes cuando
descubrió el principio aquel de los cuerpos sumergidos en el agua – “¡El humo
es como algunos políticos de ahora, que están a merced del viento que mejor les
conviene!"... Y el astuto Cristóbal sonrió mefistofélicamente, porque
había llegado a la misma conclusión.
Foto: Juan Díaz |
Yo, la verdad, no soy experto en humos, ni mucho menos un
entendido en hombres que hacen política. Pero como buen enamorado de las cosas
de la mar, me gusta que el humo de los barcos me indique de verdad la dirección
y la fuerza del viento que sopla para saber a qué atenerme cuando tenga que
izar la vela de mi velero. En cuanto a los hombres, respeto y admiro a todos
los que mantienen una misma trayectoria, aunque pueda no estar de acuerdo con
ella. Por el contrario, me irritan y me infunden una gran desconfianza aquellos
que, como veletas acomodaticias, apuntan una vez a una, y otra vez a otra
dirección. Y es que en este sorprendente mundo en que vivimos, hasta el humo
nos enseña que no se debe conceder fácil y rápido crédito a nada. Ni a nadie.
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