jueves, 24 de septiembre de 2015

FABULILLA DEL HUMO por D. JUAN DÍAZ.


En el grupo de Facebook “Eres de Ceuta si…” Vicente Jiménez publica este artículo en el cual hace referencia a  dos ilustres ceutíes que siempre estarán con nosotros en la memoria: D. Juan Díaz y Cristóbal Aguilar




FABULILLA DEL HUMO de Juan Díaz Fernández (1925-1996)
(Artículo perteneciente a la selección “Torre del Faro”, publicada en 1992)

Foto:Paco Sánchez

En Ceuta tenemos la vieja costumbre de fijarnos en el humo de los barcos para saber qué viento hace. Cuando el humo cae hacia el monte Hacho decimos que sopla el Poniente, y el Levante si cae hacia el Yebel Musa. En ocasiones, la columna de humo asciende perezosa, débilmente bamboleada por alguna traviesa brisilla sin definir; en otras, cuando ni siquiera esa brisa aparece, el humo sube erecto, vertical, como el mástil de un velero.

Una tarde me hallaba yo en una antigua ferretería del Paseo de las Palmeras a donde acudía a hacer tertulia de rebotica con los hermanos Antonio y Cristóbal Aguilar, sus propietarios y amigos míos desde siempre. De pronto, uno de ellos me hizo observar el humo que salía de la chimenea de un barco petrolero que estaba atracado en el muelle de la Puntilla: aquella columna de humo se inclinaba tan pronto hacia la izquierda de donde la mirábamos, o sea, hacia Poniente, como hacia la derecha, o sea, hacia Levante. ¡Extraño capricho del viento!, se me ocurrió decir. Y Cristóbal Aguilar, que viene ya de vuelta en lo de ser sibilino y enigmático, me instó a que dedujera una moraleja de aquello que no pasaba de ser más que una simple cuestión atmosférica. Yo me quedé un instante pensando qué podría decir. “¡Ya está!” - exclamé dándome con la mano en la frente, como debió de hacerlo Arquímedes cuando descubrió el principio aquel de los cuerpos sumergidos en el agua – “¡El humo es como algunos políticos de ahora, que están a merced del viento que mejor les conviene!"... Y el astuto Cristóbal sonrió mefistofélicamente, porque había llegado a la misma conclusión.
Foto: Juan Díaz
Humo, sólo humo, eso me parecen algunos personajes locales de los que hoy se están dedicando a la política. Pues si bien no hace mucho denotaban un tipo de viento, otro denotan ahora. O se mantienen, si acaso, en un zigzagueante y ondulante y divagante humear que nada indica de la dirección definitiva que van a tomar. Aunque sí su propósito de continuar estando en lo alto.

Yo, la verdad, no soy experto en humos, ni mucho menos un entendido en hombres que hacen política. Pero como buen enamorado de las cosas de la mar, me gusta que el humo de los barcos me indique de verdad la dirección y la fuerza del viento que sopla para saber a qué atenerme cuando tenga que izar la vela de mi velero. En cuanto a los hombres, respeto y admiro a todos los que mantienen una misma trayectoria, aunque pueda no estar de acuerdo con ella. Por el contrario, me irritan y me infunden una gran desconfianza aquellos que, como veletas acomodaticias, apuntan una vez a una, y otra vez a otra dirección. Y es que en este sorprendente mundo en que vivimos, hasta el humo nos enseña que no se debe conceder fácil y rápido crédito a nada. Ni a nadie.

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