Pablo Genovés
(Madrid, 1959): construye imágenes a partir de archivos que rescata o
realizadas por él. Después las transforma digitalmente, mezclando varias, dando lugar a impactantes fotos, muy barrocas
en las que resulta difícil reconocer los escenarios, ya que muchas veces ni el
propio artista los conoce.
Casi siempre en blanco y negro, lo que enfatiza ese punto de recuerdo histórico, mantienen su fuerza
Genovés hace una reflexión sobre el resurgimiento tras la catástrofe. Los espacios emblemáticos de la cultura occidental son invadidos por elementos naturales fuera de control;. Las imágenes de Genovés conmemoran el final de nuestra época y de sus símbolos. También el final de un modo de representación.
Genovés comenzó a utilizar estos recursos digitales a principios de los años 90 y en la actualidad se han convertido en una de las señas de identidad de su trabajo, permitiéndole construir escenas abiertas a múltiples lecturas.
A menudo introduce fenómenos naturales, como el mar embravecido, ríos desbordados o aguas que ascienden vertiginosas o fuego o humo que irrumpen devastadores. Junto a esta violencia desatada hay imágenes donde la destrucción se apropia lentamente de los espacios. Conviven con ellas otras escenas que parecen mostrar las consecuencias de las catástrofes: el lodo, elementos constructivos de otras edificaciones, viejas tuberías, ruinas de fábricas y muros desconchados que penetran en las regias construcciones para ofrecer los restos de un naufragio o de un terremoto que las ha asolado.
La forma de trabajar de Genovés se mueve entre el pasado y la tecnología más reciente. Desde hace tiempo, el artista, que vive entre Madrid y Berlín colecciona antiguas postales de emblemáticos edificios culturales: la Filarmónica de Berlín, la Escala de Milán, la Fenice de Venecia… Luego, pasa esos iconos culturales por la túrmix de su laboratorio digital.
La mayor parte de las imágenes que utiliza vienen de estampas muy antiguas que busca por todo el mundo. “Me seduce enormemente la historia que hay detrás de cada una de ellas. Son pequeñas fotos de sitios que representan tanto y que han viajado por el mundo, dormido en cajones, pasado de generación en generación. Sacarlas de su sueño, rescatarlas del olvido e inyectarles una segunda versión de la historia es como una necesidad para mí. Ha sido una constante en mi obra. Puede que persiga suspender el tiempo o suspenderlas en otro tiempo. Solo sé que antes de escoger una imagen, veo miles y miles de estampas”.
La mayor parte de las veces funde el material antiguo (las postales) con fotografías realizadas por él mismo. En el fotomontaje final, el templo cultural parece desbordado por la naturaleza, pero sin llegar a quedar sobrepasado. En una de las fotografías se ve cómo un palacio que podría ser veneciano se ve inundado casi hasta llegar a tocar las lámparas de cristal de Murano.
En la actualidad expone en la Sala de El Canal Isabel II, hasta el 22 de Marzo El ruido y la furia. Las fotografías seleccionadas pertenecen a tres de las series más significativas de su producción entre 2009 y 2014: Precipitados de 2008, Cronología del ruido de 2011 y Antropoceno de 2012. Las obras forman un conjunto vivo de temas conceptuales sobre los que el autor continúa trabajando.
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