Joan
Miró nació en Barcelona el 20 de Abril de 1893. Siguiendo los deseos de su
padre estudió en la Escuela de Comercio de Barcelona y asistió a las clases de
la Escuela de Bellas Artes.Una crisis nerviosa hace que se traslade a descansar
a la casa de campo que poseía su familia en Mont-roig, un pueblecito de
Tarragona, y aquí es cuando decide dedicarse completamente a la pintura.
De
regreso a Barcelona, Miró se matricula en la Academia Gali, que proponía como
método de enseñanza tocar las cosas, los objetos y las personas para después
pintarlas y dibujarlas, de forma que se ampliaba la experiencia sensorial para
después traducir visualmente todas esas sensaciones.
Sus primeras obras, entre 1915 y 1918, están influidas por Cézanne, Van Gogh, el brillante colorido fauvista y las formas fragmentadas del Cubiso. En ellas, muestra ya su gusto por las figuras y personajes relacionados con el mundo rural de sus veranos en Mont-roig.
La Masía, pintada en 1922, evidencia la transición al surrealismo. Presenta la granja de su familia. Cada motivo ha sido pintado con el deseo de mostrar sus partes más importantes. Para conseguirlo, altera la disposición convencional de las figuras, elimina la pared del establo para dejar ver lo que hay dentro y varía las perspectivas de los objetos de forma que unos aparecen de frente y otros de perfil.
Todos los elementos están representados con claridad, con precisión y nitidez, imprimiéndoles solidez onírica. La crítica ha calificado a esta etapa como detallista, por la minuciosidad descriptiva con que trata los objetos y personajes relacionados con las labores del campo.
En 1919, Miró viaja a París y bajo la influencia de los poetas y escritores surrealistas su estilo va madurando. A pesar de su afinidad creativa al Surrealismo, nunca estuvo plenamente integrado en el grupo. Sus obras son extraídas del subconsciente con mucha fantasía. Miró quería hacer una mezcla de arte y poesía, creando así un arte nuevo.
Sobre ese fondo azul,
la barretina
recuerda los inicios del trabajo.
No queda mucho más del campesino,
la pipa en llamas y su corazón
que abajo e invertido parece un as de picas.
Pero eres —como siempre— honesto cuando creas,
tan sólo simplificas la idea original
quitando lo superfluo y dejando en la tela
lo que tú consideras importante
recuerda los inicios del trabajo.
No queda mucho más del campesino,
la pipa en llamas y su corazón
que abajo e invertido parece un as de picas.
Pero eres —como siempre— honesto cuando creas,
tan sólo simplificas la idea original
quitando lo superfluo y dejando en la tela
lo que tú consideras importante
El campesino catalán de la guitarra, El carnaval del arlequín o Interior holandés I, responden a una visión fantástica, con imágenes distorsionadas de animales jugando, formas orgánicas retorcidas o extrañas construcciones geométricas. Las figuras se disponen sobre fondos neutros y planos de colores brillantes, especialmente azul, rojo, amarillo, verde y negro. Posteriormente desarrolló obras más etéreas en las que las formas y las figuras orgánicas se reducen a puntos, líneas y explosiones de color, abriéndose paso en la abstracción. Elabora su pintura inspirado en Paul Klee, que pertenece a la escuela surrealista, aunque se vincula con la abstracción.
El carnaval del arlequín es un ejemplo del lenguaje
característico de Miró. Son formas abstractas que sufren un proceso de
metamorfosis, que se alejan del referente del que partieron, la naturaleza. A
pesar del aparente desorden en el que se sitúan los diferentes personajes, hay
un orden cromático. Siguiendo el colorido pasamos de un personaje a otro, sin
un recorrido definido. Todos tienen la misma importancia, no hay una jerarquía
establecida.
Hacia 1934, Miró inicia su Periodo Salvaje, son años de una abstracción más acentuada, sin abandonar el dramatismo. A causa de la Guerra Civil, decide quedarse en París junto a su mujer, Pilar Juncosa y su hija. Inicia una pintura atormentada y gestual cuya máxima expresión es El segador, realizada para el Pabellón de la República española en la Exposición Universal de París de 1937.
Naturaleza muerta con zapatos viejos, realizada también para el Pabellón español, reproduce la sensación de angustia, de dolor y de pánico que se estaba viviendo en España. Los objetos utilizados adquieren carácter simbólico, como por ejemplo, el zapato que se hace enorme y el tenedor que pincha de forma salvaje una patata.
Afectado por la victoria del General Franco y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial se refugia en Varengeville, un pueblo normando. Aquí su carrera da un giro definitivo, inicia sus Constelaciones, que luego terminará en Palma de Mallorca. Son veintitrés pequeñas composiciones inspiradas por la contemplación del cielo estrellado de la costa normanda, donde descubre un nuevo concepto del espacio que anticipa buena parte de la pintura no figurativa posterior a 1945.
Mujer, pájaro y estrella es una de sus obras más conocidas. La identificación de los personajes depende de la imaginación de quien contempla la pintura, y es el título el que da las pistas de lo que representa. Se observa la facilidad de Miró para combinar los colores y las formas geométricas.
En 1941, regresa a España, a la que se considera su etapa del exilio interior. Continúa depurando su lenguaje y probará nuevos soportes y materiales. Desde 1956 hasta su muerte, en 1983, vivió retirado en Palma de Mallorca.
Experimentó otros medios artísticos, grabados, litografías, acuarelas, pasteles, collages, escultura y escenografías teatrales, realizando también los grandes murales cerámicos La pared de la luna y La pared del sol para el edificio de la UNESCO y el mural del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario