Nuestra actriz de cabecera, Audrey Hepburn, después de una noche de fiesta que merecía un
modelo de Givenchy, coge un taxi y se encamina comiendo cruasanes hasta el
escaparate de la joyería Tyfanys en la quinta avenida de Nueva York, se coloca unas gafas de sol Ray-ban, modelo
Wayfare, dicho modelo fueron las primeras gafas de sol con montura de plástico.
¿Nos podemos imaginar a la elegante Holly sin sus gafas de sol? Probablemente
no, ya que los estilistas de la película Desayunos
con diamantes, imaginaron a una mujer sofistificada, que pasaba las noches
pidiéndoles unos dólares a sus acompañantes para ir al tocador, y que encontraba la paz en sus días rojos, contemplando
el resplandor de los escaparates de la mítica joyería.
Las gafas de sol no las inventaron los
estilistas de cine, pero sí las popularizaron, ya que fue en EEUU, donde este
complemento se generalizó para el resto del mundo. Y Hollywood fue su mejor
escaparate.
Parece ser que su origen no estuvo ligado a la protección del sol, sino que hay que situarlo en el siglo XV en China, donde unos cristales de cuarzo tintados, protegían los ojos de los jueces con la intención de no mostrar ninguna evidencia ante los hechos juzgados.
Pero como digo no vamos a desglosar la historia de este objeto, hay
artículos que así lo hacen. A nosotros nos interesa ver como a partir de que el
ejército americano le encargó unas gajas para los aviadores a la marca Ray-ban,
este objeto se convirtió en un objeto habitual entre los actores ,por marcar el
perfil de un personaje, para otogarle al actor un estilo determinado o
simplemente en su vida diaria para ocultarse para unos cristales tintados.
Sue Lyon nos mira entre pícara y sensual
detrás de sus gafas de corazón, mientras saborea una piruleta. Esa es la imagen
de la película de Stanley Kubrick, Lolita, basada en la novela de Vladimir
Nabokov. En ella una adolescente Dolores Hake se convierte en objeto de
adoración de Humber, un hombre maduro con predilección hacia las jovencitas.
Pero volvamos al cartel de la
película, esas gafas de corazón no se nombran en la novela, ni siquiera durante
la película las lleva, ya que opta por otras también cargadas de personalidad,
las de forma de ojos de gata. Así nos preguntamos de dónde salió esa imagen,
pues de las fotos promocionales que el fotógrafo Bert Stern, le hizo a Sue
Lindon. Este fotógrafo también realizó las fotos del último reportaje que Marilyn haría para la revista
Vogue, y que quedaron inéditas por el alto contenido erótico. Así es
que una imagen surgida de la imaginería de un fotógrafo, desconectada del film
o la novela, terminó por imponerse como representación de una Lolita que
pasaría a convertirse en un concepto más allá de un personaje, transmutando así
mismo unas simples gafas en la expresiva metáfora de una tendencia sexual.
Woody Allen también le puso gafas de sol a Annie Hall,
¿o se las puso ella? Por lo visto el vestuario de la película dio más de un
quebradero de cabeza a sus estilistas, ya que la actriz Diane Keaton, se
empeñaba en lucir su propia ropa en la película. Ralp Lauren fue el responsable
del estilo más innovador: pantalones anchos, chalecos, camisas masculinas,
bolsos de rabio y gafas de sol redondas.
Woody Allen por lo visto les decía al equipo de vestuario: “dejala que
se ponga lo que quiera, es un genio”. Al parecer ella se inspiró en las mujeres
del Soho de a mediados de los años setenta.
Stephen Frears hizo a sus Timadores llevar gafas de sol durante los tejemanejes de Angelica
Huston, Annette Bening y John Cusack, basada en la novela negra de Jim
Thompson, nos hizo descubrir a la futura mujer de Warren Beauty, como una
actriz muy alejada del papel dulzón de A
propósito de Henry, plantándole cara a la hija del gran director de La reina de África.
Vicente Aranda dirigió un tórrido triángulo amoroso en
el Madrid de 1955, en el que una viuda se contorneaba delante de un cándido
Jorge Sanz. La sofisticación que abre la brecha entre las dos amantes del actor
protagonista, está representada por una estudiada indumentaria que marca cierto
estatus para la época, así Victoria Abril, la viuda seductora, luce gafas
negras de ojos de gata, acompañadas de medias con costuras, símbolo erótico que
contrasta con la inocencia de una jovencísima Maribel Verdú.
Por Almudena
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