La leyenda más difundida de San Jorge de Capadocia es sin duda la del dragón.
En cierta ocasión llegó San Jorge a una ciudad llamada Silca, en la provincia de Libia, cerca había un lago tan grande que parecía un mar donde se ocultaba un dragón de tal fiereza y tan descomunal tamaño, que tenía atemorizadas a las gentes de la comarca. Los habitantes de Silca arrojaban al lago cada día dos ovejas para que el dragón comiese y los dejase tranquilos, porque si le faltaba el alimento iba en busca de él hasta la misma muralla, los asustaba y, con la podredumbre de su hediondez, pues era sumamente pestífero, contaminaba el ambiente y causaba la muerte a muchas personas. Al final ocurrió que los ganaderos se quedaron casi sin ovejas y decidieron que se le entregara cada día una persona viva, que sería escogida bajo un sorteo. Un buen día, le toco la "suerte" a la hija del rey.
Convencido el rey de que no podría salvar a su hija, la vistió con ricas y suntuosas galas y vertiendo torrentes de lágrimas, el rey la bendijo; tras esto, la joven salió de la ciudad y se dirigió hacia el lago. Cuando llorando caminaba a cumplir su destino, san Jorge se encontró casualmente con ella y, al verla tan afligida, le preguntó la causa de que derramara tan copiosas lágrimas
La doncella le contestó:
"¡Oh buen joven! ¡No te detengas! Sube a tu caballo y huye a toda prisa,
porque si no también a ti te alcanzará la muerte que a mí me aguarda."
"No temas, hija" –repuso san Jorge-; "cuéntame lo que te pasa y dime qué hace allí aquel grupo de gente que
parece estar asistiendo a algún espectáculo."
"Piadoso joven" –le dijo la doncella- "tienes un corazón magnánimo. Pero, ¿es que deseas morir conmigo? ¡Hazme
caso y huye cuanto antes!"
El
santo insistió:
"No me moveré de aquí hasta que no me hayas contado lo que te
sucede."
La
muchacha le explicó su caso, y cuando terminó su relato, san Jorge le dijo:
"¡Hija, no tengas miedo! En el nombre de Cristo yo te ayudaré."
En
ese instante el dragón sacó la cabeza de debajo de las aguas, nadó hasta la
orilla del lago, salió a tierra y empezó a avanzar hacia ellos. Entonces la
doncella, al ver que el monstruo se acercaba, aterrorizada, gritó a Jorge:
"¡Huye! ¡Huye a toda prisa, buen hombre!"
San
Jorge, de un salto, se acomodó en su caballo, se santiguó, se encomendó a Dios,
enristró su lanza, y, haciéndola vibrar en el aire y espoleando a su
cabalgadura, se dirigió hacia la bestia a toda carrera, y cuando la tuvo a su
alcance hundió en su cuerpo el arma y la hirió. Acto seguido echó pie a tierra
y dijo a la joven:
"Quítate el cinturón y sujeta con él al monstruo por el pescuezo. No
temas, hija; haz lo que te digo."
Una
vez que la joven hubo amarrado al dragón de la manera que Jorge le dijo, tomó
el extremo del ceñidor como si fuera un ramal y comenzó a caminar hacia la
ciudad llevando tras de sí al dragón que la seguía como si fuese un perrillo
faldero. Cuando llegó a la puerta de la muralla, el público que allí estaba
congregado, al ver que la doncella traía a la bestia, comenzó a huir hacia los
montes dando gritos y diciendo:
"¡Ay de nosotros! ¡Ahora sí que pereceremos todos sin remedio!"
San
Jorge trató de detenerlos y de tranquilizarlos.
"¡No tengáis miedo!" –Les decía-."Dios me ha traído hasta esta ciudad para libraros de este monstruo.
¡Creed en Cristo y bautizaos! ¡Ya veréis cómo yo mato a esta bestia en cuanto
todos hayáis recibido el bautismo!"
Rey
y pueblo se convirtieron y, cuando todos los habitantes de la ciudad hubieron
recibido el bautismo San Jorge, en presencia de la multitud, desenvainó su
espada y con ella dio muerte al dragón.
DALÍ, CHIRICO Y KANDISNKY TAMBIÉN HICIERON SU VERSIÓN DEL SAN JORGE.
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