De la serie "Esto me suena..."
La Fábula de El Greco es
una obra de un significado difícil de descifrar, y ese sentido no descodificado
para la mirada actual otorga a la obra un extraño misterio.
Aunque Cossío interpreta la
obra como una escena de género picaresca: El
hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla, otros sostienen
que se trata de una alegoría no descifrada. O se interpreta como cita
erudita de Plinio el Viejo que hace referencia en su Historia Natural a
uno de los temas más queridos de los pintores de la antiguedad: un muchacho
soplando una vela.
PATXI SANTIAGO |
Conocemos tres versiones de
la obra. La del Museo del Prado (1600) es de factura más suelta y madura.
Está recortada y la figura que sujeta la candela parece una mujer. La pincelada suelta y el uso de la
mancha para conseguir dar forma a las figuras y, sobre todo, el portentoso
contraluz que hace que la cara del joven soplón resplandezca al soplar la
candela. Las concentradas miradas de los acompañantes, un pícaro de sonrisa
socarrona y un atento mono, pueden ser interpretadas de diversa manera, pero lo
que verdad impresiona es el uso de la luz y el color. El Greco, quizás sin saberlo, emulaba al
genial Caravagio, el introductor del tenebrismo en la pintura italiana del
seiscientos. El tema del soplón fue tratado por este pintor en otra ocasión,
pero sólo con el personaje central y su juego de contraluces.Algunos pintores
italianos ya habían explorado antes las posibilidades lumínicas del color, como
Jacopo Bassano
Las variaciones de mano del
artista, se enriquecen con una variación más a través del movimiento de los
personajes que emergen del fondo oscuro y van adaptando sus gestos y las luces
de las velas hasta adecuarse al cuadro final, resultando muy interesante la
capacidad de aislar a los dos personajes de la escena tratándolos con el mismo
ejercicio de luz, sin que el muchacho que ocupa el centro pierda protagonismo.
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