Ana María Matute
fue sin duda la escritora de mayor prestigio de las letras españolas.
Galardonada con premios como el Nacional de las Letras o el Cervantes, fue,
además, académica de la RAE. Desde la publicación de Los Abel aunó el elogio de la
crítica y el favor del público
El que no inventa no vive", decía Ana María Matute, la niña que comenzó a escribir a los cinco años y que hoy se ha ido para volver seguro a su bosque y seguir fabulando en compañía de sus duendes y hadas, para inventar y no perder ese "mundo de papel" que le salvó la vida en la tierra.
"La literatura ha sido el faro salvador de muchas de mis tormentas" dijo en el discurso de entrega del premio Cervantes en 2011, esta dama de las letras, que a sus 88 años seguía siendo una niña con cabellos blancos, llena de luz, ternura y picardía.
Una idea que siempre repetía la escritora catalana, que descubrió desde niña que la imaginación, el cruzar al otro lado del espejo, como Alicia, era lo mejor para despistar los zarpazos ásperos de este mundo.
SILLÓN K DE LA RAE CON JUAN LUIS CEBRIAN |
Yo lo he pasado muy mal, pero también muy bien. He vivido muy intensamente el dolor y la felicidad, pero a la literatura grande se entra por el dolor y las lágrimas", advertía.
Esta maga del bosque, como a ella le gusta calificarse, fue creadora de un mundo narrativo propio, lleno de unicornios, trasgos, duendes, cuartos cerrados, y paraísos inhabitados, con los que siempre ha intentado buscar su lugar en el mundo.
Esta maga del bosque, como a ella le gusta calificarse, fue creadora de un mundo narrativo propio, lleno de unicornios, trasgos, duendes, cuartos cerrados, y paraísos inhabitados, con los que siempre ha intentado buscar su lugar en el mundo.
La Edad Media, la infancia, la injusticia social, los marginados, la incomunicación, la guerra y la posguerra, y la otra orilla, porque ella siempre se ha situado "al margen", son los temas que centraron la gran obra de esta mujer, que nació en Barcelona, en 1925 y que a los 17 años escribió su primera novela, "Pequeño teatro".
Una obra que para publicarla necesitaba el permiso de su padre y así lo pudo hacer ocho años más tarde.CON ESTHER TUSQUEST Y ANA MARIA MOIX |
"El bosque es para mí, el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura, y, a fin de cuentas, de la palabra", dijo.
"Lo políticamente correcto lo fastidia todo. Ahora no le puede leer a un niño un clásico, que son fabulosos, porque hoy hay que decirles amén a todo y al final la caperucita se hace amiga del lobo. Y esto no es así, porque en la vida te vas a encontrar lobos tremendos...", decía en una entrevista con Efe.
Además, para la autora la infancia, como para Rilke, "es todo y nos marca a todos de una manera tremenda". "A veces la infancia es más larga que la vida", escribió en "Paraíso inhabitado".
Mención especial en el Premio Nadal 1947 con Los Abel, Premio Café Gijón 1952 con Fiesta al Noroeste, Premio Planeta 1954 con Pequeño Teatro, Premio de la Crítica 1958 Los hijos muertos, Premio Nacional de Literatura 1959 con Los hijos muertos, Premio Nadal 1959 con Primera Memoria, Premio Fastenrath de la Real Academia Española 1962 con Los soldados lloran de noche, Premio Lazarillo de literatura infantil 1965 por El polizón de Ulises, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1984 con Sólo un pie descalzo.
Estuvo nominada para el premio Nobel de literatura y en 1976, según la academia sueca, su candidatura era la que más pesaba junto a la de Aleixandre. Fue finalista del premio Andersen y no ganó porque las obras llegaron al jurado sólo en castellano, aun a pesar de que estaban traducidas. También pertenece a la Hispanic Society of America y la Universidad de Boston tiene una biblioteca con un fondo llamado "Ana María Matute collection".
El mundo narrativo de Ana María Matute ha navegado entre los hermanos Grimm, Andersen, Perrault, Proust, Rilke, Chejov, Faulkner o Poe.
Y el mundo de carne y hueso también puso a la Matute a navegar por aguas procelosas, llena de vicisitudes.
Hija de una familia burguesa, de padre catalán y madre castellana, vio cómo la Guerra Civil también afectó de fondo su vida familiar, caracterizada por grandes ausencias. Después, en 1952, se casó con el escritor Eugenio de Goicoechea, "el malo" y en 1963 se separó, pero como consecuencia de las leyes de la España de aquella época, le quitaron la custodia de su hijo y no pudo verlo durante años.
Hechos, cicatrices, de una autora, que ha viajado por todo el mundo, que ha cruzado casi un siglo y que ha visto "casi todo", y cuya principal característica fue ser un persona buena, siempre preocupada por el ser humano: "El mundo está tan desquiciado hoy como cuando tenía 14 años. Las formas cambian, pero no el egoísmo y la intolerancia. Todo eso es igual que cuando empecé a vivir", y así seguirá.
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