Sylvia von Harden era una intelectual alemana del periodo de entreguerras, que se ganaba el pan como periodista y escritora. Cuando el pintor Otto Dix la conoció en Berlín, le fascinó su aspecto andrógino, su corte de pelo y su monóculo y le suplicó que posase para él. Según relató ella misma muchos años después, en un artículo titulado Memorias de Otto Dix), la conversación debió de ser más o menos así:
─¡Tengo que pintarte! De verdad, tengo que hacerlo. ¡Representas toda una época!
─Es decir, que quieres pintar mis ojos apagados, mis orejas estrafalarias, mi larga nariz y mis labios finos. Quieres pintar mis grandes manos, mis piernas cortas, mis enormes pies... Cosas que sólo podrían espantar a la gente, y no deleitar a nadie.
─Te has descrito estupendamente. Todo eso me permitirá hacer un retrato representativo de una época que no se preocupa por la belleza externa de la mujer, sino por su condición psicológica.
Otto Dix no era excesivamente diplomático, pero el tiempo le dio la razón. El retrato de Sylvia von Harden se convirtió en uno de los paradigmas de la Nyeva Objetividad, una corriente artística que se desarrolló en Alemania entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y que se caracterizaba por ser una cruda mezcla entre expresionismo y realismo. Es habitual que los retratos expresionistas distorsionen el aspecto físico del retratado para mostrar todo aquello que no puede verse; sin dejar de ser fiel a la realidad, Otto Dix pinta a la escritora fea como un pecado, exagerando sus rasgos hasta rozar prácticamente la caricatura.─Es decir, que quieres pintar mis ojos apagados, mis orejas estrafalarias, mi larga nariz y mis labios finos. Quieres pintar mis grandes manos, mis piernas cortas, mis enormes pies... Cosas que sólo podrían espantar a la gente, y no deleitar a nadie.
─Te has descrito estupendamente. Todo eso me permitirá hacer un retrato representativo de una época que no se preocupa por la belleza externa de la mujer, sino por su condición psicológica.
El director Bob Fosse estudió hasta el más mínimo detalle en su maravillosa película "Cabaret", lo prueba el plano que la cámara recrea unos breves segundos durante la actuación del Maestro de Ceremonias cantando su "Willkommen, Bienvenue, Welcome", plano que recuerda a una mujer cuya apariencia y pose inmortalizara Otto Dix en su cuadro, dedicado a la periodista Sylvia von Harden.
Otto Dix omite deliberadamente cualquier referencia a la profesión Sylvia von Harden porque no le interesa como personaje, sino como modelo de un nuevo tipo de mujer emancipada que rompe con los estereotipos clásicos femeninos. Para destacar esta idea, enfatiza su aspecto andrógino y la presenta haciendo cosas que se consideraban típicamente masculinas. A una mujer respetable de esa época, jamás se le habría ocurrido dejarse ver en público sola en un bar, bebiendo y fumando. La falda demasiado corta deja ver una media caída que demuestra la escasa coquetería, incluso dejadez, de la escritora. El corte recto del vestido oculta su físico: ninguna curva interrumpe la verticalidad de las líneas del estampado. Los únicos elementos que demuestran una cierta femineidad son el rojo de labios, de tono sanguinolento, y la sortija. Sylvia von Harden es una mujer claramente subversiva.
Interesante articulo.
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